RAFAEL PERALTA ROMERO
Hace mucho vengo refrenando la necesidad de expresar algunas ideas acerca de la función
del maestro de ceremonias. ¡Pero atención!, no soy ni por asomo un teórico de
la materia. Más bien he sido una víctima de personas que desempeñan este rol y
que con absoluto desempacho atropellan a quienes asisten a una actividad sin
sospechar que darían con alguien necesitado de hablar y hablar…
Hay manuales y cursos para
instruir a la gente que quiere hacer este trabajo. Y llevan títulos como los siguientes: Cómo
ser un buen maestro de ceremonias, Las funciones del maestro de
ceremonias, El papel del maestro de
ceremonias o Cómo encontrar un buen maestro de ceremonias. Todos son
importantes y atractivos pero haré
hincapié en el último.
Para encontrar un buen
maestro de ceremonia, es decir uno que sepa que su rol no es protagónico y que es
preferible que tornara invisible, la primera condición es que sea un sujeto
introvertido, de esos que parecen contar las palabras que emplean al
hablar. Para nada escoja usted a un
individuo dicharachero, pero que ha
vivido con un deseo reprimido de ser orador y exhibir dotes retóricas.
Introvertida es la persona
dada a la introversión. Y no se trata de un trastorno, sino de una condición
que hace distinguir a quien la tiene por su inclinación hacia el mundo interior,
por su parquedad para las relaciones
sociales y por su carácter reservado. Ocurre que algunos maestros de ceremonias
se pasan de extravertidos, el fenómeno contrario, y una vez en el podio lo
demuestran.
Saludan a sus amigos, cuentan
anécdotas y –lo peor- al presentar a cada
orador toman un turno y hablan y hablan.
Al final de cada intervención, explican
lo que ha dicho el orador. Por eso se
recomienda buscar maestros de ceremonias que sean tímidos, que no hayan viajado
mucho al extranjero y que se ciñan a un guion para la conducción del evento,
cual que sea su naturaleza.
El maestro de ceremonias actúa en nombre del anfitrión o dueño de la actividad, pero no está autorizado a abusar del
pronombre de primera persona: yo creo,
yo opino, les presento a fulano, saludo a mi amigo…Si es tímido hablará lo
indispensable y se apartará del escenario. Ese es el mejor. Mejor no es que el
que tiene una estrella en la frente y se siente autorizado a no leer el guion que le han guardado.
Una medida válida frente al maestro de ceremonias consiste en advertirle que el acto no será
transmitido por radio. Es decir, todo quien lo oiga estará viendo lo que pase
en el escenario, por tanto no se justifica narrar como quien llena espacios en el aire. Puede permanecer
callado mientras el orador camina hacia el podio, no habrá vacío. Quizá si se
tratara de una fiesta luce soltar alguna broma.
Entre las
responsabilidades del maestro de ceremonias figura hacer que el evento
fluya como debe ser y que el público mantenga el interés. También respetar al público y nunca agobiarlo. No hay que decir de un orador, por ejemplo,
que es periodista, poeta, novelista,
cuentista, ensayista. No, basta con la palabra escritor. El buen maestro de
ceremonias debe captar cuando la audiencia no quiere más discursos.
Ser demasiado confianzudo no
es bueno para un maestro de ceremonias. Algunos ignoran que su papel es
parecido al de un camarero: entra, brinda y sale. Y a veces olvidan que no
están allí para buscar su lucimiento, sino el de
la actividad. Por eso llevan a los presentes a preferir en ese rol a un sujeto
introvertido, tímido y mejor
si fuera un tartamudo. He ahí las
mejores condiciones para el mejor maestro de ceremonias.
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