CULTURA VIVA
Por Lincoln López
Las fiestas populares han ocupado un lugar importante en la vida de los
pueblos. Forman parte de ellos. Las hay estacionales, paganas, patrióticas,
religiosas… El calendario dominicano de festividades es rico y variado. Se
inicia desde el primer día del nuevo año, continuando con el Día de Reyes, y
así mes por mes hasta llegar a diciembre con la Navidad hasta culminar con la
despedida del año viejo. Unas son más populares que otras. Unas son locales,
otras provinciales y nacionales. La gran mayoría de ellas están distorsionadas
por el comercio. Muchas experimentaron con el tiempo naturales cambios, y
otras, van siendo eclipsadas lentamente hasta que un día sencillamente
desaparecerán.
Es el caso del Día de San Andrés, una fiesta, otrora muy popular, que tiene sus
orígenes en nuestro país desde la época de la colonia “donde la gente salía a
la calle y se tiraba polvo, talco o harina”. Según el calendario litúrgico
corresponde al 30 de noviembre de cada año. Se escogió ese día y mes porque
según se consigna en su biografía religiosa, en esa fecha el Apóstol Andrés fue
crucificado en Patrás, localidad de la antigua Grecia en tiempos de Nerón que
gobernaba el Imperio Romano.
Según cuenta la tradición “lo amarraron a una cruz en forma de X y que allí
estuvo padeciendo durante tres días, los cuales aprovechó para predicar e
instruir en la religión a todos los que se le acercaban”. Andrés, cuyo nombre
significa “varonil”, había nacido en Betsaida, población de Galilea. “Era
hermano de Simón Pedro, y tiene el honor de haber sido el primer discípulo de
Jesús, junto con San Juan el evangelista”. En consecuencia, esa cultura y
valores nos llegan a través de los españoles de 1492.
En 1495 fue fundado Santiago de los Caballeros, y ya establecido como ciudad en
el tercer lugar que ocupa hoy, también acogió esa y otras festividades y las
disfrutó de manera análoga a las de Santo Domingo. En la Ciudad Corazón en el
Día de San Andrés existieron dos variables: una en las calles durante el día, en
donde el pueblo participaba tirando polvo o harina; y, la otra, por las noches,
donde los centros sociales de clase media y alta, realizaron los famosos
“bailes de San Andrés”, exhibiendo un derroche de vestuarios con el color
blanco como dominante. Del polvo se pasó a tirar agua, de ahí a tirar huevos o
cualquier cosa…hasta que se fueron degenerando de tal modo, que hubo un tiempo
que ese día se suspendía la docencia en la ciudad por el grado de violencia y
peligrosidad hasta diluirse.
Este y otros eventos similares habrían sido un gran atractivo para el turismo
cultural si hubiesen estado profesionalmente bien estructurados.
Una festividad intencionalmente transculturada al mundo por Hollywood, es la
fiesta Halloween, también en noviembre, que va ocupando el puesto de San
Andrés. Pero, la historia de la humanidad ha sido la historia de la
transculturación, y en estos tiempos, resulta inevitable.
En este sentido, la decadencia dominicana se debe a la debilidad de la
identidad nacional, al declive en la educación y en el empobrecimiento de las
instituciones culturales.