Por: Elmer González Cavallo
Secretario General Unión de Escuelas y
facultades de Arquitectura de América Latina, UDEFAL.
Elmer González Cavallo |
La República Dominicana, es conocida a
nivel internacional como la panacea caribeña del turismo. Si más bien esta
distinción resulta insoslayable, es sabido que las acciones en el desarrollo de
esta industria no priorizan el valor del patrimonio cultural y natural que
presenta el país en cada una de las regiones que componen la geografía
nacional.
En los tres lustros comprendidos entre
1980 y 1995, la zona de Puerto Plata, que había sido declarada polo turístico
número uno del país desde el año 1973, representaba el epicentro de mayor
desarrollo en toda la región de las Antillas Mayores. Para ese tiempo a
Puerto Plata se le conocía con el envidiable mote de “El sur de la florida” por
el meteórico desarrollo económico de los habitantes de la provincia y la
cantidad de infraestructuras hoteleras existentes en su territorio provincial.
El gran componente en el letargo
turístico que experimentó esa provincia en el período de1995 al 2010, lo
constituyó la ausencia de planes estratégicos integrales, que estuviesen
dirigidos a resaltar el capital natural, cultural y patrimonial de la
región.
Evidentemente, la prioridad de los
inversionistas turísticos que impulsaron la provincia fue enfocada sólo a
promocionar las infraestructuras hoteleras y el modelo de facilidades que éstas
ofrecían, sin potenciar debidamente las condiciones naturales y el patrimonio
de la región y eso, además del alto nivel de pluviometría de la zona representó
el tiro de gracia al desarrollo del turismo en la novia del Atlántico.
Desde el 2010, los planes
dirigidos por el Ministerio de Turismo y el Clúster Turístico de Puerto Plata,
el desarrollo del puerto de cruceros, el funcionamiento del entorno litoral del
malecón, la Puntilla y la revalorización del patrimonio arquitectónico de la
ciudad, han impulsado un nuevo foco de atracción por esa región.
En la zona Este del país en la provincia
de La Altagracia, se ha producido gran desarrollo turístico en las últimas tres
décadas; la zona de Punta Cana ha consolidado un liderazgo regional desplazando
en interés a polos turísticos tradicionales como Cancún y Acapulco en México.
Al inicio del desarrollo de la industria
en esa región, a principios del milenio, existía gran cantidad de playas
vírgenes con un factor ecológico exuberante relativamente intacto. No obstante,
en ese período, las intervenciones turísticas y la masificación de esta
actividad vulneraron el capital natural de las costas, con infraestructuras
hoteleras sin reales criterios de sostenibilidad ambiental, así como con el
desarrollo de asentamientos humanos informales sin la debida estrategia de
planificación urbana.
En este polo, el turismo se ha
fundamentado más en la oferta del “All Inclusive” así como en el tipo “Mice” de
sus entornos de diversión, que en la oferta natural, cultural y patrimonial de
la zona.
En esta provincia, los grupos ecológicos
de la región liderados por La Fundación Grupo Punta Cana han definido los
parámetros a seguir en la protección de la ecología, el conservacionismo y la
sostenibilidad ambiental, motivando el cumplimiento de las debidas normas de
protección para amortizar la escala de intervenciones físicas y territoriales
en la zona.
Estas iniciativas han sido elementos
importantes para apuntalar el crecimiento y las oportunidades de desarrollo
sostenible de ese polo turístico, enfocando la riqueza natural y los
componentes culturales de la zona como potenciadores activos y como parte
esencial del producto ofrecido de valor turístico.
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