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En el
año de Mil Novecientos Noventa y ocho
(1998), específicamente el Diez de Mayo de ese año, perdió a uno de sus
grandes hombres, un hombre de una reciedumbre moral e ideológica que alcanzaba
los firmamentos del cielo, ahí radica
su grandeza, acompañada de una profunda vocación de servicios y solidaridad a
favor de los más desposeídos que lo acompañó hasta el último día de su vida,
por eso el pueblo lo lloró y lo despidió como lo que fue, un grande entre los
grandes.
Peña Gómez fue un gran idealista
y, es ahí en donde va dirigido este escrito, pues en la actualidad estamos
viviendo bajo un sistema de partidos políticos vacíos de ideologías políticas,
en donde impera el dame lo mío, las trapisondas, las artimañas y la fuerza
oscura del dinero del narcotráfico y la corrupción, un sistema en donde la
moral y la ética se han ido de paseo, en donde se imponen en muchas de las
ocasiones el que más dinero y posición social tiene y no el que mejores propuestas
presente.
Estando yo muy joven, para el año
de 1994 a Peña Gómez se le presentó la
oportunidad de ser presidente (ganó las elecciones) pero las artimañas
enclavadas en el poder no le reconocieron su triunfo electoral y lo llamarón
para llevarlo a realizar negociaciones en procura de darle dos años de
gobierno, pero el inmenso lo rechazó, prefiriendo realizar una reforma
constitucional que pudiera institucionalizar al país, poner al país por el
sendero democrático por el cual siempre había luchado; es decir prefirió el
interés colectivo antes que el interés personal.
El problema de los políticos de
hoy no radica solo en los que gobiernan o los que se encuentran en la
oposición, todos absolutamente todos están carentes de un discurso
constructivo, en donde se presenten soluciones reales a los problemas de la nación, cada grupo
mueve sus fichas de acuerdo a sus intereses personales y grupales, jamás
pensando en los intereses colectivos y de país.
En la actualidad nuestro sistema
político carece de ideología y de principios,
en donde solo se practica la dádiva y el clientelismo salvaje, dejando
casi sin esperanza a un pueblo que cada día más se llena de frustración. Peña Gómez predicaba la
social democracia, hablaba de inclusión, de gobernar para la gente, de romper
con la brecha social y de crear una sociedad incluyente y justa para todos.
Mientras que las elecciones se
sigan montando en base al que más dinero de, al que más poder tenga y, no en
base una agenda programática, en donde se presenten las soluciones a los
problemas del país, seguiremos construyendo un gran espacio a la desigualdad
social, apostando aún más a la degradación del sistema partidario y, poniendo en juego
la democracia de nuestro país.
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