17 de mayo de 2018


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En el año de Mil Novecientos Noventa y ocho  (1998), específicamente el Diez de Mayo de ese año, perdió a uno de sus grandes hombres, un hombre de una reciedumbre moral e ideológica que alcanzaba los firmamentos   del cielo, ahí radica su grandeza, acompañada de una profunda vocación de servicios y solidaridad a favor de los más desposeídos que lo acompañó hasta el último día de su vida, por eso el pueblo lo lloró y lo despidió como lo que fue, un grande entre los grandes.
Peña Gómez fue un gran idealista y, es ahí en donde va dirigido este escrito, pues en la actualidad estamos viviendo bajo un sistema de partidos políticos vacíos de ideologías políticas, en donde impera el dame lo mío, las trapisondas, las artimañas y la fuerza oscura del dinero del narcotráfico y la corrupción, un sistema en donde la moral y la ética se han ido de paseo, en donde se imponen en muchas de las ocasiones el que más dinero y posición social tiene y no el que mejores propuestas presente.
Estando yo muy joven, para el año de 1994 a Peña Gómez se le presentó  la oportunidad de ser presidente (ganó las elecciones) pero las artimañas enclavadas en el poder no le reconocieron su triunfo electoral y lo llamarón para llevarlo a realizar negociaciones en procura de darle dos años de gobierno, pero el inmenso lo rechazó, prefiriendo realizar una reforma constitucional que pudiera institucionalizar al país, poner al país por el sendero democrático por el cual siempre había luchado; es decir prefirió el interés colectivo antes que el interés personal.
El problema de los políticos de hoy no radica solo en los que gobiernan o los que se encuentran en la oposición, todos absolutamente todos están carentes de un discurso constructivo, en donde se presenten soluciones reales   a los problemas de la nación, cada grupo mueve sus fichas de acuerdo a sus intereses personales y grupales, jamás pensando en los intereses colectivos y de país.
En la actualidad nuestro sistema político carece de ideología y de principios,  en donde solo se practica la dádiva y el clientelismo salvaje, dejando casi sin esperanza a un pueblo que cada día más se llena  de frustración. Peña Gómez predicaba la social democracia, hablaba de inclusión, de gobernar para la gente, de romper con la brecha social y de crear una sociedad incluyente y justa para todos.
Mientras que las elecciones se sigan montando en base al que más dinero de, al que más poder tenga y, no en base una agenda programática, en donde se presenten las soluciones a los problemas del país, seguiremos construyendo un gran espacio a la desigualdad social, apostando aún  más   a la degradación  del sistema partidario y, poniendo en juego la democracia de nuestro país.

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