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19 de mayo de 2016

La democracia: benigna y vulnerable

RAFAEL PERALTA ROMERO
La democracia es tan benigna que se torna vulnerable. De ahí que sujetos que no creen en ese sistema de gobierno se amparen bajo su sombra bienhechora para aplicar acciones negadoras de la democracia y contradictoras de su esencia, que se fundamenta en la igualdad de oportunidades para todos ciudadanos.
Hay quienes no creen en la democracia, reniegan de ella, la citan con denominaciones despectivas, pero se valen de ésta, “la mentada”, y aprovechan las ventajas que ofrece. La usan para  ejecutar acciones antidemocráticas. Es paradójico ¿verdad?  La democracia es tolerante, está concebida para ello, y sus usuarios han de serlo también.
Juan Bosch,  elegido democráticamente,  en 1963 fue depuesto de la Presidencia  de la República Dominicana por un grupo que  alegó actuar en nombre de la democracia. Luego escribirá un libro para demostrar que ese sistema había fracasado en América. Inició  con el grupo que lo siguió  en un nuevo partido, una campaña para denostar la democracia.
Desde su aparición, el Partido de la Liberación Dominicana, se refirió a la democracia con la expresión peyorativa “la mentada”, y  a las elecciones llamó “matadero electoral”. Los jóvenes peledeístas que entonces  proclamaban su desafecto por la democracia, hoy  -ya maduros-  desde cómodas poltronas  trazan líneas que evidencian su arraigada  concepción antidemocrática.
La democracia  es benigna e imperfecta. El sufragio de un bandido vale lo mismo que el de un hombre virtuoso. Para la democracia da  igual un iletrado que un filósofo. Los insolentes  se burlan de esa condición  sensible de la democracia y se facilitan  hurtar voluntades  para  alcanzar sus maléficos fines,  siempre al margen de toda ética.
La democracia es comparable con el amor que, como dice san Pablo, todo lo tolera. Algunas  personas abusan de quien las ama. Hijos abusan de padres que les  demuestran debilidad. Hombres y mujeres que abusan del amor que les propician sus respectivos cónyuges.  En otro plano, unos sujetos profanan la democracia. La utilizan, pero la desacreditan.
Desacreditar la democracia no consiste sólo en citarla como “la mentada”. Es algo peor. Es, por ejemplo, impedir el voto a un ciudadano a cambio de  500 pesos. Realizar proselitismo en los mismos centros de votación, sin que ninguna autoridad –ni electoral ni militar- dijera nada resulta una  irritante erosión al sistema democrático.

Un débil  mental vende su voto por una suma que le sirve para comer una vez. Un débil moral se lo compra  para ayudar  a mantener en el poder a quienes gobiernan  agravando la pobreza de unos y aumentando la opulencia de otros.  El atraso social es  acentuado con cada burla a la democracia. La democracia es igualitaria, pero  se torna vulnerable.

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