Por Romain Migus - es.mediumweb.info
El 20 de mayo de 2018 se celebrará la elección
presidencial en Venezuela. Esta convocatoria del pueblo a las urnas será la
ocasión de pedir a los ciudadanos que hagan una elección sobre el futuro de su
país, de la forma más soberana y más democrática. El chavismo, conducido por
Nicolás Maduro, afrontará cuatro candidatos de oposición entre ellos Henri
Falcón (1).
El ex gobernador del Estado de Lara fue el director de
campaña del candidato de oposición Henrique Capriles Radonski en la última
elección presidenciales de 2013. Con un 22% de intenciones de voto en los
sondeos, es hoy el candidato de oposición en la mejor posición para intentar
arrebatar el ejecutivo al presidente saliente. Nicolás Maduro, por su parte,
ahora se acredita con un 52% de las intenciones de voto (2). Situación
improbable si se atiene a las coberturas mediáticas dominantes pero que sigue
siendo perfectamente racional en el contexto venezolano, donde el chavismo
conserva una fuerte base electoral.
Es por lo tanto una elección crucial que se celebrará a
finales de mayo, y que permitirá a los venezolanos definir el rumbo político
del país para los próximos seis años. Nada muy original para un país que cuenta
con 25 procesos electorales distribuidos en los 19 años de Revolución Bolivariana.
Salvo que estas elecciones tendrán lugar en Venezuela, donde se desarrolla una
terrible guerra de cuarta generación, cuya batalla de la información es uno de
los ejes centrales.
Varias operaciones psicológicas ya fueron puestas en
práctica desde la llegada de Hugo Chávez al poder. La última tuvo como objetivo
lograr la aceptación en la opinión pública internacional de un cambio de
régimen por la fuerza tras la elección de una Asamblea Constituyente, el 30 de
julio de 2017. Ante la increíble movilización de los electores venezolanos a
favor del proyecto de nueva constitución, este objetivo debió abortarse. Pero
ha causado grandes perjuicios, y la propaganda desplegada en ese momento
consiguió hacer admitir como verídicas toda una serie de matrices de opinión
falsas. Es a partir de este terreno fértil que el sistema mediático se prepara
de nuevo para tratar de hacernos aceptar como lógica una intervención
antidemocrática contra el gobierno de Venezuela.
Este escenario no debe ser tomado a la ligera. Nunca la
posibilidad de un ataque militar había sido tan propicia como en la actualidad.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no lo excluyó (3). Tras el
fiasco de la intervención en Siria, un derrocamiento del Gobierno bolivariano
podría realzar el prestigio militar de EE.UU en lo que considera como su feudo.
A su vez, también es un buen medio para Washington de probar la determinación
rusa de defender un mundo multipolar y de saber en cuántos teatros de
operaciones el Kremlin puede estar presente simultáneamente.
Ahora le toca al sistema mediático convencer la opinión
pública de la pertinencia de una intervención. Hasta la próxima elección
presidencial, asistiremos a un acoso destinado por una parte a deslegitimar el
alcance democrático del proceso electoral, y por otra parte a crear en la
opinión pública un dejar hacer en caso de intervención extranjera.
Por consiguiente debemos prepararnos para hacer frente a
una operación psicológica de gran amplitud que se basa en varias falsedades
elaboradas desde hace años contra el Gobierno bolivariano. Los medios
dominantes así construyeron varias matrices de opiniones que legitimaban cada
una un pretexto para una intervención contra el país de Bolívar.
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