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2 de abril de 2017

Para formar lectores hay que ser lector

Está en las manos de los docentes que sus estudiantes disfruten diversas lecturas y que conozcan que estas son para vivirlas, gozarlas, discutirlas, subrayar los pasajes interesantes
Por: Hilda E. Quintana
Matilde García-Arroyo
Inter Metro-Cátedra Unesco
EL VOCERO
En nuestra columna de la semana pasada les comentamos un poco sobre la importancia de que todos los programas de preparación de maestros debían incluir algunos cursos que ayuden a sus estudiantes a prepararse para enseñar a leer. Que quede claro que no hablábamos de la lectura inicial o de aprender “ma, me, mí, mo, mu” pues de eso no se trata.
Nosotras pensamos que todos los maestros, sean de ciencias o historia, deben estar preparados para enseñar a leer a sus estudiantes los textos de su disciplina, pues son ellos los llamados a así hacerlo. No se puede asumir que una vez que los niños aprenden la mecánica de la lectura, podrán leer todo tipo de texto. Ni tan siquiera se puede asumir que podrán leer la literatura que usualmente se asigna en una clase de español o de inglés. Son los maestros de todas las disciplinas los llamados a preparar a sus estudiantes para que puedan procesar los tipos de textos que son característicos de su área de estudio.
Ahora bien, para que esto sea posible tenemos que comenzar por subrayar que todo maestro debe ser primeramente lector. Poco podremos lograr si los maestros no son lectores. Es casi imposible pedirle a un maestro que no es lector que forme lectores. Así lo han dicho muchos investigadores que han estudiado el proceso de la lectura a fondo, incluyendo a Garrido (1999), a quien regularmente citamos en nuestras columnas porque siempre nos da luz sobre estos temas tan importantes. Dice este investigador: “Son los maestros quienes pueden transformar el país en que vivimos a través de la lectura” (1999, p. 63). ¿No les parece que son sabias sus palabras?
No nos cansamos de señalar que un buen lector se hace leyendo. Por eso, nos parece que las escuelas de educación en las universidades pueden hacer mucho para que esto se logre, si es que sus estudiantes llegan a la universidad sin ser lectores. Nunca es tarde para que un futuro maestro se convierta en lector. Hay que proporcionarles artículos, revistas, periódicos y libros de temas que les interesen. Esa es la razón por la que recomendamos que paralelamente al programa curricular se organicen actividades que fomenten la lectura, como lo son clubes de lectura para que los estudiantes lean por placer. En otras palabras, no se trata de incluir lecturas para contestar preguntas que casi siempre se pueden responder sin haber leído el texto. Es promover el deleite de la lectura y quizás luego escribir y reflexionar sobre lo leído. Dice Garrido que el hábito de leer no se enseña, se contagia, y así lo hemos hecho con muchísimos de nuestros estudiantes, a quienes hemos contagiado al hablarles de las lecturas que estamos realizando, ya sea relacionada con la clase o con las que hacemos por placer.
Hace ya muchos años que en una columna les decíamos que “el docente-lector automáticamente se convierte en un promotor de la lectura. Esto es así puesto que tiene a los estudiantes en el salón de clases y los puede ir apasionando poco a poco por la lectura, no importa la materia que enseñe. Puede jugar a ser Scherezada, la protagonista del libro Las mil y una noches, que dejaba sus historias inconclusas y despertaba en el rey el deseo de conocer el final de la historia”. ¿No les parece que un profesor de educación puede hacer lo mismo con sus estudiantes al crear un club de lectura y compartir sus lecturas con ellos? ¿No les parece que quizás así logra que esos futuros maestros se conviertan en lectores de por vida?

Está en las manos de los docentes que sus estudiantes disfruten diversas lecturas y que conozcan que estas son para vivirlas, gozarlas, discutirlas, subrayar los pasajes interesantes, anotar los más íntimos pensamientos sobre las mismas; en fin, establecer un diálogo entre el autor y el lector.

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