José Carlos de
Santiago
Son tiempos de reconfiguración para el turismo
caribeño. La normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el
repunte económico mundial, el incremento de vuelos y de aerolíneas que escogen
como destino estas tierras, incluso la irrupción de su gastronomía en muchos
restaurantes de primer orden, evidencian que el Caribe está de moda, y para
bien.
Los que, como nuestra revista Excelencias
Turísticas del Caribe y las Américas, han podido pulsar durante más de veinte
años el desarrollo del turismo en esta región, la irrupción de grandes cadenas
hoteleras, la ampliación del movimiento de cruceros, el desarrollo de las
conexiones aéreas, las inversiones en diferentes infraestructuras, y también
los esfuerzos de promoción de los diferentes gobiernos caribeños, sabemos que
tantas iniciativas comienzan a dar sus verdaderos frutos en esta época.
Los datos estadísticos de las organizaciones
turísticas regionales y mundiales evidencian que el crecimiento en el arribo de
turistas es sostenido y todo indica, con las diversas especificidades de cada
país, que seguirán su repunte, favoreciendo a destinos en franco crecimiento
como Cuba o Panamá, y a otros consolidados y con fuertes políticas de
desarrollo como República Dominicana y muchas islas de las Antillas menores.
Aprovechar el interés que suscita el Caribe
como destino es ahora el gran desafío. Convertir la moda en una constante para
el mañana requiere pensamientos estratégicos de desarrollo para el futuro
inmediato, pero también a largo plazo, que favorezcan un desplazamiento
sostenido de los viajeros hacia esta zona del mundo, diversificando las
opciones más allá de la consabida oferta de sol y playa. No es algo imposible.
Hoy el Caribe llama, y es mucho lo que tiene para ofrecer.
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