Por Narciso Isa Conde
Atención con lo que pasa en Gringolandia y en nuestro
patio. No solo existen los que tienen sus corruptos preferidos, los hay con sus
racismos preferidos, sustentados siempre en una falsa superioridad blanca.
Aquí el racismo tiene raíz colonial española, derivada de
la opresión contra nuestros aborígenes y negros esclavizados, y de la
discriminación del mestizaje. Se expresa como racismo anti-haitiano, reforzado
por la manipulación ideológica de la fundación de nuestra república mediada por
la separación de Haití, luego de afirmada embrionariamente nuestra identidad. Y
digo separación, porque la independencia, mediatizada después, se conquistó en
la lucha restauradora que derrotó la anexión a España impuesta a continuación
de la ruptura con Haití.
Nos separamos de la primera república negra surgida de
una revolución antiesclavista que triunfó contra el colonialismo francés en la
parte occidental de la isla, proclamó su independencia y luego desplazó al
colonialismo español de la parte oriental. Hecho, que manipulado por la
ideología racista hispanófila y convertido en precario símbolo de nuestra
independencia, ha servido para alimentar una modalidad de racismo potenciado
con anti-haitianismo.
Así se metió en el mismo saco lo de ser dominicano/a y
ser anti-haitiano/a. Se fomentó el odio contra ese pueblo hermano y la
república que lo acoge. Se potenció la hispanofilia y el amor por una “madre
patria” responsable de la conquista, la colonización, la anexión y sus
crueldades. Se excluyó de la enseñanza la visión nacional anti-colonialista y
anti-imperialista, al tiempo de estigmatizar la vecina revolución anticolonial
y anti-esclavista, denostando con calumnias su heroísmo.
Santana, Báez, Trujillo, Balaguer, Danilo, Leonel y sus
Vinchos, PRSC, PLD (post Bosch) y PRD-PRM (post Peña Gómez) -al compás de la
música racista-mediática del gran empresariado pro-imperialista- se encargaron
de convertir esa manera de pensar, en ideología abrumante y perniciosa. Tras
ellos el coro racista-anti-haitiano de políticos, intelectuales, jerarcas
religiosos, jefes militares, comunicadores y educadores, no ha dejado de bocear
y envenenar conciencias.
Ahora bien, entre ellos los hay, que haciendo fe de hipocresía, como la hacen los detentadores
del poder imperialista estadounidense frente al tema dominico-haitiano, capaces
de criticar el racismo estadounidense contra su rebelde población
afro-descendiente y “latina”, y contra sus emigrantes procedentes del mundo árabe
y asiático, para descalificar las críticas a los brutales maltratos en
territorio dominicano a inmigrantes y descendientes de haitianos.
El cuento del conejo diciéndole al burro “orejú”. Pero el
problema irresoluble para ambos es que la humanidad se está decidiendo por las
insurgencias masivas contra diversas opresiones: clasista, racista, patriarcal,
despótica, ecocida y adulto-céntrica.
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