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11 de junio de 2020

UNA VIDA "TRES PASOS POR DETRÁS


La familia real británica está de celebración y no es para menos: Felipe de Edimburgo, el marido de Isabel II, cumple 99 años. Repasamos su difícil infancia, su historia de amor y los momentos más icónicos de su vida.
POR PAULA PEÑA – Vanity Fair
Un bebé escondido en una caja de frutas
Hijo de Andrés de Grecia y Alicia de Battenberg y nacido en la isla griega de Corfú en 1921, Felipe de Edimburgo tuvo que huir de su país natal metido en una caja de frutas que hacía de cuna cuando tan solo era un bebé. Se convirtió en un refugiado de guerra gracias a que su madre y él fueron rescatados por un buque de la armada británica y terminaron trasladándose hasta París para vivir allí durante algunos años. Despojados de la nacionalidad griega por su propio país, obtuvieron más tarde la danesa, pero la vida de Felipe estuvo marcada por la pobreza, a menudo ayudado económicamente por algunos de sus tíos aristócratas. Las hermanas de Felipe (tenía cuatro) consiguieron casarse con príncipes alemanes y se codeaban con los grandes líderes del nazismo, incluido Hitler. Durante un tiempo, Felipe estuvo viviendo en Alemania y estudiando en la severa escuela Salem, que preparaba a futuros dirigentes alemanes.
El internado más duro de Escocia
Cuando cumplió los 12 años de edad, ingresó en el exigente internado de Gordonstoun, en Escocia, a petición de sus hermanas. El centro marcaría su infancia por las duchas de agua fría al amanecer y el extenuante ejercicio físico al que estuvo sometido durante sus años en el centro, además de la ausencia de visitas de sus familiares. Fue tal la mella que dejó el internado en su vida, que cuando su primer hijo, el príncipe Carlos, alcanzó su edad, lo obligó a asistir a estudiar allí en contra de su voluntad para convertirlo en ‘un hombre’.
Un joven de la marina
Cuando dejó la escuela de Gordonstoun, se unió a la Real Marina Británica. Entonces tenía 18 años y ese mismo año conoció a una joven princesa Isabel, que rondaba los 13. Las princesas Isabel y Margarita visitaron la academia naval de Dartmouth, a la que llegaron gracias al yate Victoria and Albert, y estuvieron entretenidas por el mismísimo Felipe. La idea había sido del tío de Felipe –que era amigo del rey Jorge VI–, con la intención de acercar a su sobrino a la alta sociedad y darle un futuro mejor. Y parece que funcionó, pues aunque cinco años antes habían coincidido en la boda de los duques de Kent, no fue hasta entonces cuando Isabel II quedó prendada del joven mayor que ella. El entonces príncipe de Grecia y Dinamarca se despidió de la princesa persiguiendo el yate en un bote de remos, hasta que los prismáticos de Isabel no alcanzaron a verle más.
Una boda de posguerra y luna de miel 'en casa'
Ocho años y muchas cartas después de ese primer flechazo, Felipe e Isabel se daban el ‘sí, quiero’ (en 1947), en plena posguerra en la abadía de Westminster. Son primos terceros por parte de la reina Victoria, pero eso no impidió que se enamoraran. A pesar de que Felipe formaba parte de la Guardia Real, pudo ver a Isabel en varias ocasiones, puesto que solía hospedarse con la familia real y su tío lord Mountbatten, cuando tenía vacaciones, en el castillo de Windsor –el mismo lugar en el que Isabel se refugió durante gran parte de la II Guerra Mundial y está ahora mismo, durante la pandemia de coronavirus–. El enlace transcurrió ante más de 2.000 invitados con cientos de nobles y hasta 10 monarcas de todo el mundo; además de una cifra de espectadores televisivos mundiales que superó los 200 millones, gracias a la BBC. La austeridad de la guerra los obligó a pasar su luna de miel sin salir de Reino Unido, con Sandringham como uno de los destinos principales, hasta donde se desplazaron en compañía de uno de los amados corgis de Isabel.

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