El Cañero

1 de diciembre de 2017

Voces y ecos: La primera ciudad

RAFAEL PERALTA ROMERO

El presidente de la República, Danilo Medina, anunció recientemente  su compromiso con el rescate del parque histórico La Isabela.  En aquel lugar de la costa norte se  fundó  el l0 de diciembre de 1493  la primera ciudad del Nuevo Mundo y se ofició la primera misa en este  continente, aunque muchos ignoran su importancia.
Allí solo quedan hileras de piedras que marcan  donde estuvieron las casas. De la vivienda del almirante Cristóbal Colón, por cuya disposición se ejecutó la obra, se conservan algunas tejas. No existe tal ciudad, la ciudad fue borrada, aunque  la historia  de los hechos ha prevalecido y nadie dudará que ahí se iniciara el encuentro de las dos culturas.
A principio de año, Medina firmó el decreto 38-17 mediante el cual  quedó aprobado  el "Plan para la Puesta en Valor y Gestión Sostenible del Parque Histórico La Isabela", realizado bajo la dirección del Ministerio de Cultura, la Dirección de Patrimonio Monumental y la Agencia Española de Cooperación Internacional.
Hay una historia, cruel y absurda,  que hablada en buen cibaeño cuenta un guía  que labora en La Isabela.  El escritor Miguel Solano  la ha incorporado en su libro “Los cuentos de Juan Carabú”, personaje cuyo arquetipo recibió la orden de limpiar La Isabela  antes de una  visita especial.
Una comisión enviada por el gobierno español visitaría aquel sitio, y ante  tal situación, el dictador Rafael Trujillo ordenó  acicalar el área. Una autoridad local se proveyó de equipos y herramientas y destruyó todo  lo que había en la que se pretendió fuera la primera ciudad del Nuevo Mundo.
En la visión del cuentista, esa autoridad la representó Juan Carabú, quien, de acuerdo a lo contado por Solano:
“Buscó los mejores tractores, los más poderosos buldóceres que pudo encontrar y los puso a trabajar día y noche, hasta que no quedó ni una sola piedra sobre otra. Cuando la Comisión llegó, Juan Carabú fue a recogerla y tal como era su desesperación la llevó directamente a ver La Isabela. Al desmontarse del vehículo, con un corazón que latía a más de cien veces por minuto,  el arqueólogo  jefe de la misión, le preguntó:
-¿Y dónde está la ciudad? -¿Cuál ciudad? –preguntó Juan Carabú.-La Isabela, la ciudad que estaba aquí, le aclaró el arqueólogo.-La orden que me dio el Jefe fue muy clara: él me dijo que limpiara esto”.
La disposición de Medina  tiene plena justificación y  a la vez reporta algo sumamente novedoso. Cito: “En la misma se refuerza la convicción y creencia del Presidente en la cultura. La cultura como quehacer y manifestación del espíritu del hombre”. El Presidente cree en la cultura. ¡Aleluya!

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