Por Ricardo Rodríguez
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en un encuentro en La Moncloa. |
Madrid – España.- ¿Quién ganará
la porra? La incertidumbre sobrevuela las urnas más cruciales de nuestra
Democracia. A la falta de certezas se suma algún factor no menos perturbador.
Si un sustantivo define el 21-D,
el más ajustado es, tal vez, incertidumbre. Al fin y al cabo, la cita con las
urnas vienen marcadas por la excepcionalidad y todo cálculo resulta arriesgado,
por el alud de acontecimientos que se suceden y se sucederán hasta la noche
electoral.
Todo apunta a una movilización
sin precedentes y los más optimistas arrojan, incluso, una participación
cercana al récord del 82%. Los constitucionalistas, Esos mismos que a lo largo
de las sucesivas convocatorias consolidaron el hábito de votar en las generales
y abstenerse en las autonómicas, no se quedarán en casa. C´s, PSC y PPC
parecerían pues los beneficiarios naturales. Ese esquema está prefijado en los
equipos de campaña.
Existen, sin embargo, otras
variables capaces de invalidar de antemano cualquier extrapolación fácil. Y la
gran sorpresa es la irrupción de un fantasma, que ni es la desunión del
secesionismo ni la peculiaridad de sus circunscripciones, ambas variables
jugarán su papel en el devenir de los comicios, sino el impulso de la ofensiva separatista.
Con las cifras en manos de los grandes partidos, y por ende sobre las mesas de
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, una participación demasiado amplía, del 84% o
mayor, quizá signifique que el movilizado sea quien quiere el regreso al poder
de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont.
La hipótesis ya tiene a Xavier
García Albiol y Miquel Iceta tirándose de los pelos. Sobre todo al PSC que, en
un escenario teóricamente propicio para recuperar tanto terreno perdido, vería
volatilizada la posibilidad de liderar una alternativa que acaricia y ello aun
cuando quede Iceta por detrás de Inés Arrimadas. Por tanto, ¿y si los
constitucionalistas resultan incapaces de dar la vuelta a la mayoría
parlamentaria secesionista? En política hay que tener previsto un “plan B”,
porque las cosas tal vez no salgan según lo previsto. En román paladino: Se
trata de blindarse contra los por si acasos.
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