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16 de agosto de 2016

Las AFPs deben desaparecer. ¿Qué esperamos?

Tony Raful hijo
Abogado con maestrías en Derecho de la Regulación
Económica y Política Económica Internacional.
En días recientes vimos como el Congreso de la República era objeto de críticas por parte de la población al establecer para ellos un sistema de pensiones distinto y mejor al de todos. Y es una crítica válida. Es indignante que nuestros políticos no sufran con nosotros lo que ellos mismos han creado.
En República Dominicana tenemos un sistema conceptualmente deficiente e injusto de pensiones. Es un sistema privado donde a cada uno le quitan parte de su salario para que los manejen las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP). Es un sistema de ahorro forzoso (nadie puede salirse y elegir dónde invertir) donde le damos el poder a un intermediario (AFP) de jugar con nuestro dinero con un riesgo mínimo y en el ínterin ganar mucho, mucho dinero.
El sistema que tenemos en el país fue originado en la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, quizás por la obvia falta de oposición, el experimento individualista vino a sustituir el clásico sistema de repartos que ocurría en el mundo entero. Y que todavía ocurre en el mundo entero. Para ponerlo en perspectiva el sistema que tenemos en RD solo existe en 9 países más (Chile, Nigeria, Kosovo e Israel entre ellos). Varios países que lo intentaron lamentaron la decisión hasta revertirla, como Argentina, y en la cuna del invento, Chile, está siendo fuertemente cuestionado.
¿Por qué? Porque el deseo principal de las AFP no es garantizar la pensión, sino hacerse de dinero. Como todo sistema que privilegia el lucro buscan más comisiones y más rentabilidad, sin importar a veces que esto suceda empeorando el servicio o disminuyendo el margen de lo que generan las pensiones. Las razones de implementar este tipo de sistema en Chile o en RD son las mismas razones que para cualquier otra privatización, como dice John D. Saul:
 “La privatización enriquece a los amigos abogados, contadores, corredores bursátiles, banqueros e inversores. Luego ellos hacen contribuciones al partido de su benefactor, dan empleo a los candidatos derrotados o retirados, enriquecen la vida privada de los políticos con viajes y entretenimientos, y en ciertos casos, llenan su cuentas bancarias nacionales o extranjeras.” (1).
Como negocio las AFPs no son siquiera el más provechoso para el pensionado, ¿Por qué tiene que haber más de una AFP? ¿Por qué tienen que ser privadas? ¿Por qué las AFPs (intermediarios) deben coger una tajada tan grande de lo que ganan las inversiones hechas con dinero de los pensionados? ¿Por qué no tener una sola dirección o Consejo que realice la misma función y cuyo margen de beneficio sea solo su salario? Nadie cree realmente que el principal objetivo de los directivos de las AFP sea mejorar las pensiones para el trabajador, ni siquiera que las AFPs estén compitiendo entre sí pues son un oligopolio. ¿Entonces por qué no cortar al intermediario privado?
Hace unos años tener una AFP era el negocio más rentable del país. Y les daré un momento para digerir esto. Era mejor que tener un Banco, una compañía de seguros o un puesto de Bolsa. Sin embargo esa rentabilidad no era fruto de la competencia ni era toda para el trabajador y su pensión.
De cada 100 pesos que contribuye cada trabajador para su pensión las AFPs se toman un alto 5 pesos para administrar sus fondos, y no sólo eso, también un 25% de la rentabilidad que los fondos de los pensionados dejen (sobre la media de certificados de depósitos comerciales). Recientemente el congreso disminuyó un poco ese margen de beneficio. Pero no a un 15% como se pedía y aún excesivo. Se dieron duro en el pecho y gritaron sobre injusticia y desigualdad hasta bajarlo de un 30% a un 25%. Todavía las AFPs siguen siendo de los mejores negocios del país. Cada año reportan ganancias de miles de millones de pesos, por básicamente poner el dinero de los trabajadores en certificados del Banco Central, de Hacienda u otro Banco, pues al ser el mercado tan limitado: ¡No hay mucho más que hacer!
¿Lo peor? No garantiza una pensión digna al trabajador. Cuando este modelo se publicitó en Chile en la década de los 1980, para justificar el cambio se prometió una pensión de un 70% del salario para los trabajadores. La realidad 30 años después es que es alrededor de un 30%. ¿Y quién absorbe esta enorme deuda social de pensionados pobres? No son las lucrativas y multimillonarias AFP, es el Estado. El cual tendrá que entrar a dar un monto para que la pensión pueda ser digna y seguir cargando las deudas sociales.
No esperemos que las AFPs nos digan que “el problema es que se cotiza muy poco”, “que la informalidad”, “que la oferta de inversiones son limitadas”, que “la edad de retiro es muy bajita y la gente no quiere morirse”, que “nadie podía prever tan abrupta devaluación del peso”… No esperemos que justifiquen lo poco de pensión que recibiremos en el “gran esfuerzo” de inversión que ellas hacen “porque total no existía otra salida posible”.
Existe otra salida y no es reformando, necesitamos implementar un sistema de repartos regulado. El actual no garantiza una pensión digna y los chilenos ya lo están viviendo. En el sistema de repartos a grande rasgos el que se pensiona lo hace en solidaridad, con aportes de los que trabajan en la actualidad y el Estado, todos nos cuidamos. No es perfecto, pero no hay entes angurriosos cogiéndose una tajada que puede dedicarse a la dignidad de los trabajadores pensionados, que debe ser el objetivo del sistema.
Estas ideas no son revolucionarias, el sistema de repartos existe en el 95% del mundo incluyendo los países más avanzados e industrializados, como existe aún en muchas instituciones estatales de RD (El Congreso, Banco Central, Reservas, UASD, etc etc). Y países que han implementado el modelo de las AFPs lo han sabido echar para atrás. Copiemos lo bueno. No esperemos como en Chile perder 30 años para quejarnos, porque las futuras generaciones en Chile seguro entenderán que al venir de una dictadura les fue difícil organizarse y volver a gritar. Pero aquí, ¿cómo les contaremos la historia? (El Grillo)

 (1) John R. Saul “Diccionario del que duda”. Página 276. Editorial Granica. Año 2000.

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