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19 de agosto de 2016

Inopia

Luis Ulloa Morel
Me convence muy poco el tópico según el cual los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. Una frase huera, caprichosa. La historia no se anda repitiendo porque la gente la desconozca. Además, no siempre será indeseable “repetirla”, por ejemplo, que los dominicanos y dominicanas volvamos a encojonarnos ante afrentosos como Read Cabral, los gringos o Balaguer. Por más que se busque, sin embargo, no hay tales repeticiones. Episodios parecidos puede que los haya. Reincidencias, reafirmaciones de fuerzas, eso sí. Pero no repetición, por más que aparente. Recordemos aquello de, a lo sumo, una vez como tragedia y otra como simple comedia…
Para los pueblos, el efecto de ignorar la historia es mucho peor: es el cierre del único medio posible hacia su autoconocimiento; por tanto, hacia su autovaloración; por tanto, hacia búsqueda de verdadero horizonte. Nadie puede conocerse ni saber a dónde le conviene ir, si ignora de dónde viene. Aquí sí que hay una condena: la de solo ir a donde le llevan.
Lo siento, pero se me parece demasiado a lo que nos pasa como pueblo. No digo nada nuevo; es un dato del que hasta la prensa banal, que es mucho decir, se percata digamos que en las llamadas efemérides patrias, cuando solo muy pocos sabe, por ejemplo, quién fue el tal Gregorio Luperón y que fue aquello de la Restauración. Es verdad que la pequeña crónica nunca pasa de anécdota más o menos graciosa, pero algo es algo.
Más extremo es aun cuando se trata de la historia más reciente, esa de 50 años ha. Y claro que aquí nos da la cosa a donde duele mucho más, es decir, en la población más joven. La desconexión con el pasado es aún más brutal –y más devastadora. ¡Qué saben nuestros jóvenes de Manolo Tavárez, de la Guerra de Abril (con Segunda Intervención incluida), de Caamaño, de los 12 Años y de la resistencia gloriosa del pueblo dominicano, y del múltiple movimiento social y cultural de hace décadas! ¡Qué saben de asesinos que nunca purgaron sus crímenes!
Uno que otro u otra seguramente sepa de algo. Borrar el pasado tampoco es del todo posible. Una cosa se va clara: la escuela dominicana, en esto de enseñar que tenemos historia, ha servido de tan poco, que bien pudo haberse ahorrado el esfuerzo. ¿O tal vez sí ha cumplida cabalmente la misión… de anular la memoria para que vayamos por el mundo sin nada que honrar, nada que aborrecer, nada que merecer y nada que exigir?
Seamos justos: Cuidado con culpar aisladamente a este maestro o a aquella maestra. Podrán decir que nunca alcanza el tiempo para abarcar la historia más inmediata; que nos vimos condenados a quedarnos en los finales de Horacio, cuando no en la muerte de Lilís. Tal vez tengan razón: no hubo tiempo. Mejor aún, dirán quienes tampoco que eran demasiado entusiasta de acercarnos peligrosamente el presente…
Inopia, vacío, desierto. No puede ser otro el resultado. Falta de referencias que ayuden a orientar, darle sentido a la vida de millones de dominicanos y dominicanas que solo conocen un Mozart, y se apellida La Para…

Seguiré con el tema… (El Grillo)

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