Luis Ulloa Morel
Me convence muy poco el tópico
según el cual los pueblos que no conocen su historia están condenados a
repetirla. Una frase huera, caprichosa. La historia no se anda repitiendo
porque la gente la desconozca. Además, no siempre será indeseable
“repetirla”, por ejemplo, que los dominicanos y dominicanas volvamos a
encojonarnos ante afrentosos como Read Cabral, los gringos o Balaguer. Por
más que se busque, sin embargo, no hay tales repeticiones.
Episodios parecidos puede que los haya. Reincidencias, reafirmaciones de
fuerzas, eso sí. Pero no repetición, por más que aparente. Recordemos
aquello de, a lo sumo, una vez como tragedia y otra como simple comedia…
Para los pueblos, el efecto de
ignorar la historia es mucho peor: es el cierre del único medio posible
hacia su autoconocimiento; por tanto, hacia su autovaloración; por tanto, hacia
búsqueda de verdadero horizonte. Nadie puede conocerse ni saber a dónde le
conviene ir, si ignora de dónde viene. Aquí sí que hay una condena: la de
solo ir a donde le llevan.
Lo siento, pero se me parece
demasiado a lo que nos pasa como pueblo. No digo nada nuevo; es un dato
del que hasta la prensa banal, que es mucho decir, se percata digamos que en
las llamadas efemérides patrias, cuando solo muy pocos sabe, por ejemplo,
quién fue el tal Gregorio Luperón y que fue aquello de la Restauración. Es
verdad que la pequeña crónica nunca pasa de anécdota más o menos graciosa,
pero algo es algo.
Más extremo es aun cuando se
trata de la historia más reciente, esa de 50 años ha. Y claro que aquí nos
da la cosa a donde duele mucho más, es decir, en la población más joven. La
desconexión con el pasado es aún más brutal –y más devastadora. ¡Qué saben
nuestros jóvenes de Manolo Tavárez, de la Guerra de Abril (con Segunda
Intervención incluida), de Caamaño, de los 12 Años y de la resistencia
gloriosa del pueblo dominicano, y del múltiple movimiento social y cultural
de hace décadas! ¡Qué saben de asesinos que nunca purgaron sus crímenes!
Uno que otro u otra seguramente
sepa de algo. Borrar el pasado tampoco es del todo posible. Una cosa se va
clara: la escuela dominicana, en esto de enseñar que tenemos historia, ha
servido de tan poco, que bien pudo haberse ahorrado el esfuerzo. ¿O tal
vez sí ha cumplida cabalmente la misión… de anular la memoria para que
vayamos por el mundo sin nada que honrar, nada que aborrecer, nada que
merecer y nada que exigir?
Seamos justos: Cuidado con culpar
aisladamente a este maestro o a aquella maestra. Podrán decir que nunca
alcanza el tiempo para abarcar la historia más inmediata; que nos vimos
condenados a quedarnos en los finales de Horacio, cuando no en la muerte
de Lilís. Tal vez tengan razón: no hubo tiempo. Mejor aún, dirán quienes
tampoco que eran demasiado entusiasta de acercarnos peligrosamente el
presente…
Inopia, vacío, desierto. No puede
ser otro el resultado. Falta de referencias que ayuden a orientar, darle
sentido a la vida de millones de dominicanos y dominicanas que solo conocen un
Mozart, y se apellida La Para…
Seguiré con el tema… (El Grillo)
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