José Gómez Cerda
La situación de los trabajadores en
Estados Unidos en la octava década del siglo XIX era muy difícil, como en otras partes del mundo. Sin embargo,
emigrantes de diversos países europeos iban a Estados Unidos en busca de una
mejor situación económica.
De los grupos de trabajadores,
colaboradores y personas dedicadas a la protección de la clase trabajadora
surgió la idea de que el día debía tener
una distribución proporcional. Las 24 horas debían ser divididas en tres
partes: 8 horas para trabajar, 8 horas para estudios y asuntos familiares y
8 horas para dormir. Pero la situación en esa época era distinta:
Los horarios de 12, 14 y 16 horas diarias eran normales: muchos
trabajadores debían integrarse a sus labores a las 5 de la mañana y retornaban
a las 8 o 9 de la noche; así, muchos trabajadores no veían a su mujer e hijos a
la luz del día.
En aquella época había dos grandes
organizaciones de trabajadores en Estados Unidos. La Noble Orden de los
Caballeros (The Noble Orden of the Knights of Labor), la mayoría; y la
Federación de Gremios y Uniones Organizados (Federation of Organized Traders
and Labor Union), fue precisamente en el
IV Congreso de esta última organización que GABRIEL EDMONSTON presentó una
moción sobre el horario de los trabajadores, la cual decía: “QUE LA DURACION LEGAL DE LA JORNADA DE TRABAJO SEA DE OCHO (8) HORAS DIARIAS A PARTIR DEL 1ro.
DE MAYO DE 1886.”
El IV Congreso de la Federación
de Gremios y Uniones Organizados, que se efectuó en 1884, aprobó esa moción,
que vino a ser parte de su plan de lucha, también para otras organizaciones no
afiliadas.
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