Por Félix
Santana García
Es mucho lo que se analiza, opina y sugiere
sobre los niveles de ingresos que se deben gestionar a los fines de cubrir las
necesidades insatisfechas de un país, una institución, familia o individuo,
pues sin dinero no es posible planear los gastos ineludibles que han de hacer
realidad los objetivos y metas de los programas establecidos.
Los ingresos del Presupuesto General están
constituidos por los ingresos de la Nación y por los recursos propios de los
establecimientos públicos nacionales. Entre estos ingresos se señalan los
corrientes por concepto de impuestos, tasas, multas y contribuciones, siempre
que no sean ocasionales, entre ellos los tributarios (directos e indirectos),
no tributarios y fondos especiales.
Es importante lograr los niveles de ingresos
previamente estimados los cuales se pronostican siguiendo el método de lo
percibido a los fines de poder contar con recursos que hayan ingresado al
erario para sí poder estimar las aplicaciones que se harán para cubrir los
gastos operacionales y financieros (caja y capital) y no sobre supuestos
irreales.
La contraparte de los ingresos son los gastos
públicos los cuales son erogaciones que se estiman en función de los ingresos a
percibirse. No es lógico realizar pronósticos de gastos si no se cuentan con
los posibles ingresos que han de obtenerse. Estos gastos pueden ser corrientes
y de capital.
Cuando los gastos superan los ingresos
públicos se genera un faltante o déficit de recursos. Cuando el resultado
arroja un balance efectuado al término de un ejercicio, que se caracteriza por
la existencia de un saldo correspondiente a pagos corrientes, que no alcanzaron
a ser cubiertos por los ingresos corrientes de un ejercicio o periodo
determinado surgiendo el déficit corriente en lo inverso si el balance arroja
un sobrante de ingresos corrientes luego de ser cubiertos los pagos corrientes
del ejercicio o ahorro corriente.
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