Por: Hoy
Un genio llamado
Tommy
A decir verdad
merece toda la admiración de la fanaticada la genialidad del senador por San
Cristóbal, Tommy Galán, quien sin presidir el Senado, ni ser siquiera vocero de
su bloque legislativo, tampoco secretario general del glorioso Partido de la
Liberación Dominicana (PLD), logró durante por lo menos diez años que se aprobaran
casi todos los contratos del Estado con Odebrecht, causantes de un inmenso
escándalo, que esta sociedad corrompida hasta la médula no tiene manera de
enmendar, reparar o sancionar.
Fueron
contrataciones por más de cinco mil millones de dólares, que implicaron una
treintena de adendas para elevar hasta tres veces los costos originales
contratados, en una fina labor, sin dejar huellas. Él solito sobornado por
Odebrecht, como un verdadero mago del ritmo, lograba que los 24 y 31 senadores,
de 32, que tuvo su partido en los períodos 2006-10 y 2010-16, aprobaran sin
mayores trámites, muchas veces declarándolos de urgencia, cuantos contratos y
renegociaciones firmaran los altos funcionarios del Gobierno y enviaran al
Congreso los presidentes Leonel Fernández y Danilo Medina.
Desde luego, hubo
una excepción en su currículum, las plantas de Punta Catalina, obra emblemática
del presidente Danilo Medina, para la cual no fue necesaria su convincente
eficacia, aunque involucraba poco más de dos mil millones de dólares. Como era
muy extenso el contrato de 3 mil páginas, más de 700 sin traducir del inglés,
fue exonerado de lectura y aprobado, aunque el poder presidencial a un tal
Rubén Jiménez Bichara, para firmar tal contrato, fue emitido el 16 de mayo del
2014, un mes después de ser suscrito el 14 de abril.
Con apellido de
Galán, Tommy Alberto se comportaba sin mayores ostentaciones, a diferencia de
otros legisladores y dirigentes de su partido, pero detrás de esa carita
engalanada de yo no fui, se ocultaba un verdadero genio de la manipulación
política, generador de un lodazal que obligó al Rey de la selva a vivir de
salto en salto para no enlodarse, como hubo de confesar cuando comenzó el drama
hace un año.
Su trabajo fue tan
fenomenal que rebasó los límites senatoriales para abarcar a la Cámara de
Diputados, donde él había estado en el periodo 2002-06, y allí tuvo que
emplearse a fondo, porque eran cinco veces más que los senadores, para que
aprobaran todos los contratos y adendas, aunque en esa cámara había cierta proporción
de opositores, entre ellos algunos tan extraños como los Tolentino, Arnaud y
Paliza, o tan díscolas como las Minou y Guadalupe. A los diputados no hubo que
sobornarlos, o fueron más geniales aún que Galán y no han sido localizados ni
por los nuevos Sherlock Holmes.
Para atrapar a
Tommy tuvieron que caerle atrás “más de 50 personas dedicadas por más de un
año” del tremendo Alain con todo y la lámpara de Aladino, en una minuciosa
labor contabilizada en “más de 130 mil horas, que examinaron más de 800 mil
transacciones y operaciones financieras, que resultaron en más de mil páginas
de documentos traducidos desde diversos idiomas”, como parte de una
investigación que “contiene 1,711 pruebas” contra él y otros seis acusados.
Pero por su
genialidad, Tommy tiene que tener bien ocultos gran parte de los 83.2 millones
de dólares que Odebrecht le mandó para sobornos a su Ángel repartidor entre el
2007 y el 2015, cuando el senador era el único sobornado en el Congreso
Nacional, para contratar y aprobar contratos por más de 4 mil millones de
dólares. Porque Alain solo logra documentarle un inmueble de 4 milloncitos de
pesos, una parcela de 6 mil metros cuadrados en Jarabacoa, que debió costarle 2
millones de pesos, y acciones sin cuantificar en la empresa Galán, Grullón y
Montás.
Fue genial este
Tommy, pues engañó a dos presidentes de la República y embaucó a todos sus
compañeros senadores y a todo el liderazgo del PLD, tanto que todavía ni
siquiera le han reprobado ni suspendido como miembro de su Comité Central. Hay
que erigirle un monumento por sus geniales capacidades para bañarse y guardar
las ropas, lo que aparentemente no supo hacer su compañero el tesorero del
partido, tampoco descalificado por la exitosa y gloriosa institución política.
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