Un amanecer lluvioso como el
de hoy me recuerda una tragedia en que involuntariamente me vi envuelto con el
resultado de cuatro inocentes víctimas muertas.
Resulta que rumbo a la
capital esa mañana como a las siete, pasando en mi carrito Seat las últimas
casitas de Cumayasa, una imprudente parvada de guineas alzó vuelo con tan mala
fortuna para ellas, pero buena para mí, que fueron a estrellarse en el vidrio
delantero del carrito. Rápidamente frene', apliqué el freno de mano dejando
el motor encendido y fui a prestar asistencia a las víctimas.
Resultado:
Tres muertas de inmediato y otra pataleando en estado agónico; para evitar su
sufrimiento le di manigueta por el pescuezo, recogí las otras tres y deposité
las cuatro víctimas en el piso del asiento trasero.
No
bien aceleraba para continuar la marcha vi salir de una casita un hombre
machete en mano y a una mujer gritando algo como en tono amenazante, solo
entendí algo como ¡Puutaaaa!
Por
el espejo trasero vi como daban la espalda. ¿Qué hacer? Pobres víctimas. Se me
ocurrió ir a casa de mi hermana Fabiola a tomar café y mostrarle las víctimas,
ella muy compungida ordeno a Chicha poner agua a hervir, tomé mi café y salí a
mis diligencias del Central.
Al
medio día fui a almorzar a casa de mi hermana y dime tremendo viaje de moro de
guandules, yuquita sancochada y guinea guisada al vino tinto. De regreso a casa
me acompañaba una fuente del majar pa'pola. Al cruzar por Cumayasa lo hice como
la jonda er diablo por siaca...
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