RAFAEL PERALTA ROMERO
Dedicó sus años mejores a la enseñanza de la física en la
Universidad y cuando fue jubilado
encontró en el balcón de su apartamento, en el tercer nivel, una ocupación muy singular: observar el movimiento de personas que iban y
venían en sus afanes por la vida, pero
sobre todo de aquellos que se dedican a hurgar en depósitos de basura para
recoger objetos de los que se pudiera sacar algún provecho.
Alfredo Maduro los clasifica de acuerdo al comportamiento
que observe en ellos. Escruta desde su balcón a los que rebuscan en zafacones.
Examina a distancia, se pregunta si son locos o
simplemente buzos. Esos buzos, suele decir, son colaboradores eficaces
del aseo de la ciudad. Cuántas botellas
de cerveza rodaran por nuestras
calles si esos hombres no se dedicaran a esa labor, suele comentar.
Desde
entonces, Maduro anota en una libreta lo
que ve en cada sujeto desde el día en
que comenzó a prestar atención a lo que
ocurría frente a su vivienda. Unos llevan maletas de arrastre, otros sacos,
carretillas, ninguno lleva guantes, sino que meten las manos peladas en la basura y sacan cosas que otros tiraron.
Para Maduro es cuestión inexorable que si consumen restos
de alimentos encontrados entre la basura,
son enfermos mentales. Reafirmó esta convicción el día en que su nieto,
de visita en casa, quedó alarmado al
ver a
un hombre comer algo encontrado
en la basura.”Papá mira, papá, ese
hombre está comiendo del zafacón”, exclamó el pequeño y casi arranca lágrimas
al abuelo.
Su esposa le había llamado Alfred desde los dulces tiempos del noviazgo, florecidos de
ilusiones y espontaneidad en el disfrute. El trato ha cambiado a partir de la nueva dedicación. Y la mujer le dispara una advertencia, así como
de sopetón: “Tú eres físico, Maduro, tú no eres periodista y si quieres ser sociólogo, creo que ya es tarde para ablandar
habichuelas”.
Mientras tanto, Maduro se compra unos binoculares para ver a distancia. Sigue
observando lo que puede y preguntándose quién es loco y quién no, entre la
tanta gente que se mueve por el frente
de su residencia y que se detiene a
buscar cosas en los cestos de basura.
Observa a los
demás y quizá no se percata de que su esposa lo escudriña
a él, e incluso, se pregunta
sobre si su marido estará entrando en demencia senil. A ella le
preocupa el interés mostrado por Maduro por cosas que parecen banales. “No
puede ser normal, Dios que me perdone, lo que está haciendo mi marido, que con
todo y sus refunfuños siempre fue un hombre muy organizado y muy cuerdo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario