Juan Rivero
El movimiento fue
simple, ella se acercó y hundió el cuchillo una vez en el tórax, la discusión
había tomado unos matices únicos esta vez; el cónyuge murió en el acto.
El agua subió
bastante de nivel, empezaba a desbordarse, olas gigantes que el agua venía a
arroparlo todo y así fue.
El primer instinto
fue correr para alcanzar planos superiores. Entonces las aguas se retiraron
tanto así que el océano descubrió todo lo ocultaba en su interior, se rebosaron
las agua en otros países, ya no se podía volver atrás.
Sabiendo que las
aguas volverían a su origen, seguí el consejo de Noé y entré en algo que
flotaba. No valió de nada las aguas no volvieron.
Subir, subir y subir
era la meta, seguir caminando hasta alcanzar el nivel más alto. Lo que antes
era, ya no era. Estábamos en el antiguo Ecuador.
La niña permaneció
catorce horas sumergida en el agua y sobrevivió, los policías que vinieron al
rescate después del alerta, dicen que oían una voz que los llamaba y guiaba, la
madre murió la bebé sobrevivió el accidente, ahora se recupera en un hospital
en una recámara de cuidados intensivos.
Llegamos a un pueblo,
había una casa de campo los que conmigo venían tomaron un descanso, yo seguía
destrabando el impedimento que no nos dejaba continuar la marcha, la casa
estaba hecha de madera y zinc, como pude empujando el armazón del techo logre
moverlo de su sitio, para ya muchos dijeron que no continuarían la marcha.
Yo los conminaba a no
dejarse vencer por el cansancio. Pensaban ellos que ya todo estaba bien,
normal. Mi cuñada Gabriela y su hermana me ayudaron a empujar más el entramado
del techo.
Entonces pude ver que
las aguas se habían retirado y acomodado en otro nivel, allá afuera muchos se
dedicaban a remover el cieno, de las estatuas y monumentos de una civilización
antiquísima, podía distinguir lo que estaba aconteciendo en el otro lado hacia
allí iría.
Todos me decían a
viva voz ¡Siga usted, siga usted! Y solo seguí.
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