Yanessi
Espinal | El Caribe
Durante la
transición, perremeístas acudieron al hostal Nicolás de Ovando, donde
despachaba Abinader, a llevar currículos.
Presión por
empleos puede llegar a crisis en el PRM y la base está irritada, por lo que llama
“gobierno de riquitos”
El Partido
Revolucionario Moderno (PRM) lleva poco más de tres semanas que se instaló por
primera vez como partido de gobierno con un presidente, Luis Abinader, sin
experiencia de Estado previa y sin carrera política dilatada en lo referente a
la carpintería de un partido.
En la medida en
que pasa el tiempo los miembros y militantes del PRM, que aún no han recibido
un empleo en el Estado, han empezado a desesperarse y las señales son cada vez
más evidentes. Algunos han manifestado acciones de violencia, como golpear
compañeros de su propio partido, otros han quemado gomas y algunos dirigentes
de alto perfil empiezan a organizar los que siguen en el banco de espera con la
finalidad de desarrollar una estrategia de presión que obligue al gobierno de
Abinader a tomarlos en cuenta para empleos y cargos en el Estado o, de lo
contrario, se podría producir una crisis importante a lo interno del PRM por
los puestos de trabajo del sector público. En las redes sociales abundan las
quejas de dirigentes de todos los niveles del PRM, porque los funcionarios,
según dicen, no les toman ni las llamadas.
La situación es
tal que dirigentes como el expresidente Hipólito Mejía, Jesús Vásquez Martínez
o Geanilda Vásquez, han llamado a la calma a sus compañeros del PRM. Otro
dirigente, Ramón Alburquerque, rechazó un nombramiento en el Estado, “porque
eso no fue lo que hablamos” con el presidente Abinader.
Siendo justo, el
presidente Abinader ha designado muchos funcionarios que no son de las filas
del PRM, pero también muchos de primera línea que son dirigentes de larga data
como Jesús (Chu) Vásquez Martínez, Deligne Ascensión, Luis Valdez, Antoliano
Peralta, Antonio Almonte, Eduardo Sanz Lovatón, Orlando Jorge Mera y Roberto
Fulcar, por citar algunos.
Pero a pesar de
eso, la percepción que se ha construido del gobierno de Abinader es que es de
élite profesional y empresarial, un factor que alienta el malestar de los
perremeístas por la amplia participación de figuras de la sociedad civil y el
empresariado, que al parecer tienen un trato preferencial en la Administración.
Mientras en la
opinión pública se debate sobre los altos perfiles técnicos de algunos de los
nuevos funcionarios, en su gran mayoría egresados de las universidades privadas
y centros de tanta fama y de la élite mundial como la Universidad de Yale, en
Estados Unidos. Quienes se sienten excluidos en el PRM lo denominan el
“gobierno de los riquitos”.
De
hecho, con la llegada de la nueva administración y el perfil de sus
funcionarios toma cada vez más cuerpo el discurso de que no cometerán actos de
corrupción, porque llegan al gobierno con las necesidades materiales cubiertas.
Intencional o no, ese enfoque envía el mensaje de que la condición de carencia
material de una persona lo descalifica para administrar fondos públicos, porque
estaría tentado a sustraerlos, lo que choca con la esencia de la base popular
del PRM, la misma del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Aunque en las
pasadas elecciones ese partido recibió un gran respaldo de la clase media, su
base de sustentación no proviene de ese sector social, sino de clases más
populares.
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