Por J. Calonge
Cuando IAG, la matriz de British Airways y de Iberia,
anunció en la primavera pasada que compraba un paquete minoritario de acciones
de Norwegian, con la intención de quedarse con la compañía, lanzó una oferta
que fue rechazada por los noruegos. Pero IAG no vendió y dijo que se daba unos
meses de plazo para cómo evolucionaba la compañía aérea, porque si la compra no
era finalmente viable, se iría dado que no tenía intención alguna de ser
accionista minoritario. En ese momento, Norwegian, de alguna manera aceptando
sus problemas financieros, dijo que se daba hasta el 31 de diciembre para
vender 140 de sus aviones y, después, alquilarlos a ese comprador. Una empresa
debería facilitarles la liquidez por los aviones. Está llegando a su fin el
periodo de gracia y sigue sin haber noticias de esta operación.
Para sorpresa de todos, el periódico danés Dagens
Næringsliv informó esta semana que la compañía propietaria de Norwegian dispone
de apenas unos días (nueve, hoy sábado) para obtener recursos porque tiene
deudas que ha de pagar y para las cuales no dispondría de recursos suficientes.
La compañía, es público, tiene un gran pasivo, derivado de sus compras de
aviones, necesarios para acometer una expansión que carece de muchos
precedentes en la aviación.
La prensa noruega cita a Martin Stenshall, del Danske
Bank, afirmando que el primero de enero Norwegian tiene que afrontar pagos de
deuda para los que necesariamente tiene que haber vendido varios de sus
aviones. Si eso no ocurriera, si las deudas quedaran impagadas, es
probablemente que los suministradores empezaran a pedir pagos al contado de los
suministros fundamentales, una situación insostenible para una compañía aérea
de importancia, que la sumiría en un caos operativo.
Probablemente, este es el momento que espera
pacientemente IAG para ver cómo se desenvuelven los acontecimientos. Las cosas
no han parado de complicarse para Norwegian, a quien, aparte de sus deudas, la
mala fortuna la ha acompañado.
Por un lado, como muchos de sus rivales, Norwegian firmó
acuerdos de futuro con los suministradores de combustible, para garantizarse un
precio seguro. Esto significa que si el petróleo seguía subiendo, la compañía
tendría asegurado un precio inferior. Pero el precio del combustible, en contra
de lo previsto, ha bajado y la compañía ha quedado atrapada con precios
superiores a los que realmente se pagan en el mercado. Esto no es la primera
vez que le ocurre a una aerolínea que ha previsto un aumento del crudo para
después llevarse un chasco monumental y costosísimo.
Encima, en este contexto, sólo le faltaba a Norwegian
tener que sufrir el que ahora mismo parece interminable caos de Gatwick. La
suspensión intermitente de vuelos probablemente esté haciendo un ‘siete’ en las
cuentas de easyJet, el primer operador de la terminal londinense, pero
seguramente a quien más daño hace es a Norwegian, a quien lo último que le
hacía falta era una crisis así. Norwegian tiene base en Londres Gatwick para
sus vuelos transoceánicos y, además, a ese aeropuerto vuelan todos sus vuelos
desde Europa y Escandinavia.
La crisis de Gatwick supone, por un lado, pagar noches de
hotel a los viajeros que se encuentran desplazados, significa recolocar a los
viajeros en otros vuelos, y supone ingentes pérdidas en aviones desplazados a
aeropuertos que no son los que tocan, asumiendo los costes de la tripulación,
traslados, etcétera, porque cada vez que se suspende la operación, pilla a un
avión acercándose a Londres, con necesidad de aterrizar en algún lugar. Todo
gastos, perjudiciales para una compañía sólida como easyJet, pero puede que
mortales para Norwegian.
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