Rafael Torres
Somos ardientes los caribeños se ha dicho.
¿Todos por igual? Difícil respuesta.
Pero creo que si no estamos en el primer
lugar, no somos terceros los dominicanos.
En política y pelota somos fanáticos de pies
a cabeza y en las demás manifestaciones no hay que hablar. Ruidosos, reperperosos,
caneros, bailadores,
aplomadores, ardientes en todo los caribeños.
Una opinión de cualquier experto, en cualquier área es rebatida; ya sea en
política, en deportes y hasta en la complicada economía,
el dominicano es conocedor. Es desconfiado
hasta mas no poder. Es jucho, culebrón, no cae en gancho y no es cualquiera que
lo jode. Se espanta de su propia sombra.
Duerme con un ojo abierto y el otro cerrao.
No cree en cuento, conoce al cojo sentao y al ciego durmiendo. No pasa con
ficha,
el que no corre vuela, o corren como guinea
tuerta o son más lentos que un suero de miel de abeja; o más guapo que abeja e
piedra o más pendejo que una gallina; o trabaja como un burro o más vago que un
quicio, o come como un burro o como un pajarito,
una fémina o es más puta que una chiva o no
cae fácil; caliente como er diablo o mas fría que el hielo; quien habla
correctamente, es muy fisno, comió pizza o es pájaro; quien lee mucho se queda
ciego o se vuelve loco;
el dominicano es un diablo a caballo, el buey
que más mea, en fin, se la sabe toa y una más y no lo jode nadie.
¿Y e fácil?
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