El fallecido ensayista, nacionalizado francés
tras huir de la Bulgaria comunista, ganó el Príncipe de Asturias en 2008
HÉCTOR LLANOS MARTÍNEZ
"El extranjero no solo es el otro,
nosotros mismos lo fuimos o lo seremos, ayer o mañana, al albur de un destino
incierto: cada uno de nosotros es un extranjero en potencia", dijo el recientemente
fallecido filósofo Tzvetan
Todorov. El ensayista franco-búlgaro pronunció
estas palabras durante el discurso de
agradecimiento del Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, premio que ganó
en 2008. Siguen vigentes para quienes observamos desde el lado amable las
crisis migratorias actuales que enfrentan Europa y Estados Unidos.
"Por cómo percibimos y acogemos a los
otros, a los diferentes, se puede medir nuestro grado de barbarie o de
civilización", afirmaba Todorov en el Teatro Campoamor de Oviedo al
recibir el galardón. Lo hizo ante los que eran en ese momento los príncipes de
Asturias, Felipe de Borbón y Letizia Ortiz.
Todorov (Sofía, 1939) se trasladó a Francia
huyendo de la Bulgaria comunista y obtuvo la nacionalidad gala en 1973. Su condición
de exiliado marcó su obra. Las reflexiones acerca de cómo el hombre se comporta
ante el que considera extranjero son una constante en títulos como Nosotros y
los otros (1989), El miedo a los bárbaros (2008) y La conquista de América, la
cuestión del otro (1982).
Su autobiografía El hombre desplazado ofrece
un punto de vista personal sobre este asunto, al que dedicó el discurso en los
Príncipe de Asturias, que ahora revive con motivo de su fallecimiento y que
sigue de plena vigencia en estos días.
"Ser civilizado no significa que se
tengan estudios superiores, sino que se sabe reconocer la plena humanidad de
los otros, aunque sean diferentes", decía el filósofo y lingüista en 2012,
en uno de los artículos que publicó en El PAÍS en la última década.
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