Por PAUL KRUGMAN - nytimes.com
La valla fronteriza en El Paso, Texas Tomas Bravo/Reuters |
Apenas ha pasado una semana del régimen de Trump y Putin, y ya nos está
costando trabajo llevar la cuenta de los desastres. ¿Recuerdan el berrinche de
Trump sobre la multitud vergonzosamente escasa de su toma de protesta? Ya lo
vemos como una cosa del pasado.
Pero me gustaría hacer una pausa, solo por un minuto, en la historia que
acaparó las noticias el jueves, antes de ser superada, a lo Trump, por el
escándalo en torno a prohibir a los refugiados la entrada al país. Como tal vez
recuerden —o tal vez no, con tanta cosa descabellada sucediendo tan rápido— la
Casa Blanca primero pareció decir que impondría aranceles del 20 por ciento a
las importaciones de México, pero tal vez estaba hablando de un plan fiscal
propuesto por los republicanos del congreso que no implica un arancel a
productos mexicanos; después dijeron que era solo una idea para luego olvidarse
del tema, al menos por ahora.
Por su crueldad, las habladurías sobre los aranceles no se comparan con cerrarles
la puerta a los refugiados, nada más y nada menos que en el Día Internacional
de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. No obstante, la historia de
los aranceles es un epítome del patrón que estamos viendo en este gobierno
caótico: un patrón de disfunción, ignorancia, incompetencia y traición de la
confianza.
La historia, como mucho de lo que ha sucedido últimamente, parece haber
iniciado con el ego inseguro del presidente Trump: la gente se mofa de él
porque México no pagará el muro inútil a lo largo de la frontera, tal como él
prometió durante la campaña. Y así fue como su vocero, Sean Spicer, apareció
ante los medios y declaró que el impuesto fronterizo a los productos mexicanos,
de hecho, financiaría el muro. ¡Ahí tienen!
Sin embargo, como se apresuraron a señalar los economistas, el
exportador no es quien paga los aranceles. Con algunas reservas menores, en
esencia, son los compradores quienes los pagan, es decir, un arancel impuesto a
los productos mexicanos sería un impuesto a los consumidores estadounidenses.
Por ende, quien acabaría pagando el muro sería Estados Unidos, y no México.
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