JESSICA BONIFACIO (El CARIBE)
Si la condición empieza a interferir o impactar en las actividades de una persona a nivel familiar, social, académico y profesional, entonces se habla de ansiedad patológica
La ansiedad es la respuesta fisiológica y emocional de nervosidad, inquietud o preocupación que se siente con relación a estímulos percibidos como amenazantes, inseguros o peligrosos, algo que es completamente normal en el ser humano, explica la psicóloga, Annie Drouin, de centro Vida y Familia Ana Simó.De hecho, explica la psicóloga, sirve como sistema de alarma para la protección de peligros reales, además, es la base de la reacción de lucha o huida esencial para la regulación del estrés.
En ese sentido, la experta asegura que es bastante normal sentirse nervioso al momento de completar un examen o de tomar una decisión importante. No obstante, lo que la distingue de la ansiedad patológica es la intensidad y persistencia de sus síntomas, los cuales son difíciles de controlar y se vuelven crónicos o muy frecuente.
“La ansiedad se convierte en patológica cuando empieza a interferir o impactar en el funcionamiento normal de una persona (a nivel familiar, social, académico y profesional), también a afectar la capacidad en que ésta participa y a completa sus actividades de la vida diaria”, expone Drouin.
Dependiendo del tipo de ansiedad que el individuo padezca, Drouin sostiene que sus factores desencadenantes pueden ser múltiples o específicos a eventos, objetos o situaciones particulares. “Cualquier persona, independientemente de la edad, el género y el nivel socio-económico puede padecer de ansiedad”, dice.
Además, destaca que los científicos están de acuerdo en que no existe una sola causa para explicar la presencia de síntomas de ansiedad en una persona.
Según Drouin, los síntomas varían en cada persona y dependen del tipo de ansiedad que el paciente padezca. Sin embargo, la gran mayoría de personas que la padecen experimentan indicios físicos, psicológicos y conductuales que incluyen: sentimientos de pánico, miedo e inquietud, problemas para dormir, manos o pies fríos o sudorosos, dificultad para respirar, palpitaciones del corazón, incapacidad para estar tranquilo, boca seca, entumecimiento u hormigueo en las manos o los pies, náusea, tensión muscular, mareo, diarrea o estreñimiento, aprensión, preocupación, miedo a perder el control, dificultad de concentración, sensación de pérdida de memoria, irritabilidad y desasosiego.
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