Por SAUL PIMENTEL
EL AUTOR es periodista, director de
ALMOMENTO.NET.
Aunque Usted no lo crea, hay dos República
Dominicana: una, la que aparece en los periódicos reseñada por nosotros, los
periodistas, y la otra, la real, cuyas incidencias son divulgadas en las
múltiples tertulias que tradicionalmente
se realizan en bares, restaurantes, centros comerciales y otros lugares
públicos de nuestra histórica capital.
Soy adicto a estos encuentros informales pues
he descubierto que son útiles para mi profesión. Me permiten estar en contacto permanente con interesantes
“contertulios”, entre los que figuran médicos, abogados, empresarios,
administradores de empresas, ingenieros y otros profesionales, algunos de
renombre, los cuales -al igual que yo- tratan de botar el stress después de un
día de intenso trabajo.
Me siento un afortunado al encontrarme con
personas que, mucho más que yo, saben analizar las distintas situaciones. (Es
una lástima que ninguna de ellas sea funcionario, pues en esos encuentros
nocturnos, en medio de libaciones alcohólicas
y picaderas, salen con frecuencia a relucir
“variadas soluciones a los múltiples y complicados problemas del país”,
dignas del más encumbrado estadista).
(Debo resaltar que, antes de afiliarme a las
“peñas” o “tertulias” erróneamente me
consideraba ser “una de las personas más y mejor enteradas del país”. Esto así porque al levantarme a las 5:45 de
la madrugada leo nueve periódicos (por internet, claro está) en el orden
siguiente: 1) Listín Diario, 2) Hoy, 3) Diario Libre, 4) El Caribe, 5) El Día,
6) La Voz de los Estados Unidos, 7)
Radio Televisión Española, 8) Euronews y
9) Radio Francia Internacional. A veces
leo El País, de España, y BBC Mundo, de la BBC de Londres. Visito estos sitios para extraer noticias
para mi periódico ALMOMENTO,NET, bien sea porque se le han escapado a alguno de
mis periodistas o porque se generaron a altas horas de la noche o en la
madrugada, cuando estábamos durmiendo).
Además, a medida que avanza el día, leo entre
400 y 500 notas de prensa y otros
mensajes enviados a mi medio desde distintas latitudes por correo electrónico y
whatsaap. Además, tengo contacto por
distintas vías con políticos, empresarios y representantes de otros sectores,
al más alto nivel.
Con frecuencia sucede, sin embargo, que yo, quien me considero “una de las
personas más y mejor enteradas”, sufro
una callada decepción cuando uno de esos contertulios me pregunta qué opino de
un determinado hecho o acontecimiento que mi desventurado y cansado cerebro no
ha registrado. Ocurre que, cuando ven mi
cara de asombro, abiertamente me señalan: “¿Y tú no sabes eso?, ¿qué periodista
eres tú?”.
He llegado al convencimiento de que, tal y
como expresé al comienzo de este artículo, hay dos República Dominicana: 1) la
que sale en los periódicos, noticieros y demás programas de radio y televisión,
maquillada por los periodistas (quienes regularmente respondemos a muchos intereses y nos
prestamos a muchas diabluras) y 2) la real, cuyos acontecimientos sólo son
reseñados de “boca en boca” y solo salen a relucir en conversaciones informales.
Lamento decir que a la hora de dar crédito a
las reseñas de las cosas que ocurren, opto por dar preferencia a las versiones
difundidas en estas últimas, las cuales indiscutiblemente son más fieles y menos contaminadas. El
personaje público que no esté al tanto de ellas, no puede sentirse digno de
mejor suerte.
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