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7 de julio de 2016

Reminiscencias...

Rafael Torres
Los recuerdos de mi niñez parecen gustar a mis amigos lectores. ¡Gracias!
Aquí les va otro: El horno de leña fabricado por el inglés Jimmy Colby. Era común este artefacto en muchos patios de las casas del Central. Un tanque de acero vacío desechado por el Central Romana era abierto a puro martillo y cortafrío y convertido en planchas por el hacendoso hojalatero.
Otros angulares deshechos formaban las cuatro patas del horno y las planchas remachadas formaban el esqueleto. Uno o dos compartimientos, según fuera encargado por el cliente, alojaban los sartenes en su interior; leña por arriba y por abajo y el resto lo hacían las manos al preparar la masa de harina de trigo o maíz, batata, yuca o yautía amarilla para el horneado.
Creo que mamá hizo una innovación elaborando panes de castaña y buen pan. ¡Que ricura! Era en las tardes cuando se iniciaba el proceso en el que ayudábamos a la vieja.
Todos fuimos adiestrados en amasar la harina de trigo, pero Don Pedro se llevó los lauros. Era el artista en la materia. ¡Aquellas Yaniqueca horneadas que hoy mal llaman arepa. Y aquellos panecillos de nata!
Sin dejar atrás la amplia gama que aquellas santas manos prodigiosas hacían con batata, yuca, plátano maduro y cuanto estuviera al alcance. Todo con el orgullo de alimentar al padrote y a los cachorros.

¡Cuanto no diera yo por paladear hoy esas delicias, ya que es imposible devolver el calendario y transportar me hasta aquellos días imposibles de borrar en mis recuerdos!

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