"El que canta ora dos veces", decía
San Agustín, que en Cracovia habría visto como muchos jóvenes católicos se
lanzan sin complejos a cantar y danzar en una peregrinación multitudinaria que
sumerge la ciudad en un estado en el que parecería que es difícil encontrar un
momento para "hablar con Dios".
Como explica a Efe el sacerdote español Emilio Roura, quien asiste a la
JMJ con un grupo de Tarragona (noreste de España), "el cantar es una forma
de expresar la alegría que sale de dentro, especialmente entre la juventud, así
que cantar, aunque sea mal o menos mal, es también una manera de manifestar que
se tiene a Dios adentro".
"Los europeos tenemos mucho que aprender de otros pueblos como
África, donde es impensable dar gloria a Dios y que no participe el cuerpo y no
haya baile", añade otro religioso español, el padre Elías Coronado, de
Santiago de Compostela (noroeste de España), quien recuerda a Efe las palabras
de Juan Pablo II: "Si cantar es rezar dos veces, bailar es rezar tres
veces".
La JMJ tiene lugar precisamente en la ciudad de Karol Wojtyla, el papa
polaco, quien en su juventud fue actor de teatro y siempre defendió la
importancia de compaginar el silencio de la oración con la expresión de la
alegría a través del baile; no en vano se le considera uno de los pontífices
que revolucionó la forma en la que la Iglesia llega a la sociedad.
"Lo cierto es que los católicos llevamos la alegría en el alma y en
el cuerpo, estamos muy contentos y la alegría y el cántico son una exuberancia
de la alegría que sentimos porque estamos salvados, Jesucristo nos ha
salvado", insiste el padre Coronado.
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