Por Miguel Rone
Santiago.-
En las décadas de los 50s y 60s. Recuerdo de dos Guaguas que comenzaban su
recorrido por toda la ciudad en horas de la madrugada recogiendo pasajeros que
viajarían a la Capital, (Ciudad Trujillo).
Estas
eran dos guaguas que pertenecían al garaje de “Pale”, que era un hombre de baja
estatura que siempre estaba al frente del garaje de estas guaguas (Cheita),
pero que nunca supimos como era su nombre real, si recuerdo que cuando
montábamos bicicletas siempre decíamos “Vamos para la bajaita de Pale.
Tampoco
podemos decir de quien era su dueño ya que eran guardadas en el garaje de Pale
en la bajaita qué lleva su nombre; en la Máximo Gómez, mas arriba de la calle
Colon. Esta guagua, viajaba de Santiago a la capital, pues solo viajaban a la
Capital y viceversas, para llegar a la capital se cogía un día entero, esto me
pareció una gran aventura lleno de pavor y miedo. Pues los familiares que
constantemente hacían estas travesías nos contaban el pánico que les causaba
tener que pasar las grandes curvas y precipicios de la famosa “U”, curvas que
estaban a la altura de La Cumbre de donde se reportaron muchos accidentes.
La
carretera Duarte se comunicaba con pueblos como La Vega, Bonao, Villa
Altagracia y Santo Domingo, donde iban transportando pasajeros, se tomaba mas
de cuatro horas para la travesía y algunas dos horas recogiendo los pasajeros
que habían reservados asientos; terminaban saliendo de Santiago a las ocho de
la mañana mas o menos y luego que llegaban a Ciudad Trujillo comenzaba la
repartición de pasajeros casa por casa tomaba otras horas mas.
La
Cheita de mis recuerdos era la Guagua mas singular pues nunca supimos que
sufriera algún accidente en la carretera, encima le subían los paquetes y
cargas, la mayoría las Maletas de hojalata pintada de Mamey y una raya a cada
lado Verde.
También
las maletas Cibaeñas que consistía en una funda de papel grande con asas arriba
para cargarlas o cajas de fideos rectangulares; de aquí surge el refrán de que:
El pasajero se conoce por la maleta.
Eran
frecuentes en estos viajes, los mareos que sufrieran uno que otro pasajero, con
sus mareos y ataques de vómitos. Así fueron los recuerdos de mis primeros
viajes a la Capital.
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