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1 de mayo de 2014

Medina, reforma, reelección

Rafael Peralta Romero

Rafael Peralta Romero
Los vítores de reelección que empiezan a cundir el territorio nacional  podrían  borrar la diferencia que ha marcado el ejercicio  presidencial de Danilo Medina –mesurado y humilde- y el de su predecesor, Leonel Fernández, caracterizado por el delirio de grandeza, las actitudes avasallantes y la estridencia de un coro de  incondicionales.

Las reseñas noticiosas han mostrado las  aclamaciones en los actos públicos  presididos por el mandatario,  mientras a la vista de todos se exhibe propaganda pensada, elaborada y pagada con fines reeleccionistas. La campaña incluye un lema de ingrata recordación: “… lo bueno no se cambia, Danilo 2016”.

La Constitución vigente en la República Dominicana impide  claramente al Presidente  optar por la repostulación sucesiva, aunque puede hacerlo con un período de por medio tras terminar su gestión. Por eso sería indispensable modificar la Ley Sustantiva para que el actual gobernante  tenga chance de ser candidato  presidencial en 2016.

Así se robustecería nuestra tesis, desarrollada en un libro de pronta aparición, según la cual la  circunstancialidad ha predominado en las numerosas reformas a nuestra Carta Magna, que en  sólo 166 años de vida republicana (1844-2010) ha sufrido treinta y nueve alteraciones, ya fueran  auténticas reformas, anulaciones o  acomodaciones.

 Es cierto que en algunos casos las enmiendas procuraron satisfacer necesidades  de cambios en el ordenamiento jurídico de la nación, pero  en algunos momentos sirvieron para resolver crisis circunstanciales  y  en la mayoría de las ocasiones  para complacer frivolidades de gobernantes  alucinados  por  la permanencia en el poder.

Tras un cambio en la Constitución, en 2002, el  presidente Hipólito Mejía, del PRD,   pudo ser candidato al mismo cargo en 2004,  pero ganó la elección Leonel  Fernández,  quien juró como jefe del Estado con una Constitución que le permitía optar por un nuevo  cuatrienio , después  del cual no podría presentarse jamás como candidato.

Pasados ocho años de gobierno, Fernández notó que él había crecido mucho y la Carta  de 2002 le quedaba chiquita, ya no le servía. Entonces acudió a unos magníficos diseñadores y se hizo confeccionar un texto constitucional  a su medida. De este modo quedó proscripto el pesado adverbio “jamás”, incluido en el artículo 49 de entonces.

 Fernández tomó la previsión de que quien lo sucediera no podría ser candidato en 2016. Ese es el escollo del que ha hablado prudentemente el  doctor César  Pina Toribio, consultor jurídico del Poder Ejecutivo. Quienes incitan al presidente Medina a la reelección  habrán de  saber dónde pisan. Modificar ahora la Constitución  con ese fin no reportará  réditos.  

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