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2 de febrero de 2018

Recuento inédito


CULTURA VIVA
Por Lincoln López
Transcurría el primer trimestre del año de 1978. El pueblo dominicano estaba como siempre volcado con pasión a la campaña electoral que culminaría con las elecciones del 16 de mayo, y la ciudad de Santiago no era la excepción. En el viejo local de la Escuela de Bellas Artes de Santiago (EBAS) ubicado en la calle Duvergé, las clases vespertinas se desarrollaban con normalidad.
Una tarde estando en el salón de ensayos del Cuadro de Actores Oficiales del cual era miembro, y del Teatro-Escuela, fui requerido por la secretaria para que me presentara ante la oficina del Director. Cuando llegué allí estaba una persona enviada “desde la capital”, y la conversación giró alrededor de la conveniencia de que la EBAS fuera trasladada lo más pronto posible a sus nuevas instalaciones, un edificio que el gobierno estaba construyendo en la calle Del Sol; esta construcción se encontraba en su fase final, incluyendo la remodelación del Palacio Consistorial, de cuyo diseño, construcción y reposición estuvieron a cargo de un notable arquitecto y músico santiaguero.
Hoy, ese edificio recibe el nombre de Centro de la Cultura de Santiago (CCS). La premura del gobierno de Los Doce Años por trasladar a EBAS se interpretaba como la necesidad de producir un impacto político favorable ante la proximidad de las elecciones y de la fecha patriótica del 30 de Marzo de 1844. La nueva construcción era el inmueble público más imponente de ese periodo presidencial. El director de EBAS argumentó en contra de la orden de traslado que el nuevo local no estaba dotado aún del mobiliario adecuado y otras facilidades, y el que disponía no estaba a la altura del nuevo local. Si consentía su mudanza con los muebles viejos, sería difícil sustituirlos posteriormente.
Creí que ahí terminaba el asunto. Pero no. Días después recibí otra llamada telefónica indicándome llegar a la EBAS para supervisar la salida de algunos muebles ubicados en el segundo piso del salón de actos, entre ellos, el piano “de cola” para conciertos. Curiosamente, en la calle había un camión de la “guardia” y cuatro o cinco soldados dispuestos a cumplir la orden y lanzar, literalmente hablando, el piano desde uno de los balcones. Finalmente no se pudo y con la noche se deshizo el plan.
Pasaron las elecciones y un nuevo presidente tomaría las riendas del poder. Durante la transición otra llamada me invitaba al acto de inauguración del nuevo edificio de la EBAS. Esa mañana estaba presente el Director General de Bellas Artes de entonces, y por la escuela, el director y dos o tres profesores. Sin autoridades oficiales municipales y provinciales, sin Banda de Música ni corte de cinta, se develó la tarja de bronce, destacándose ESCUELA DE BELLAS ARTES DE SANTIAGO. Esa negativa del antiguo director de trasladar la Escuela a la nueva edificación impidió que Bellas Artes ocupara los espacios del actual Centro de la Cultura de Santiago.
Meses después, el dramaturgo autor de “Miedo en un puñado de polvo”, gran poeta y académico; como Secretario de Estado, anunció que haría del Centro de la Cultura de Santiago, lo que nunca pudo hacer en Bellas Artes. Ahí nace la historia del CCS.
Nota: nombres de las personas que intervinieron en este relato: Apolinar Bueno, Julio A. Hernández, Rubén Suro, Julio C. Curiel, Héctor Incháustegui Cabral, Lincoln López.

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