Javier Ortega
Una migrante venezolana (c) vende donas en el sector de la Plaza Grande, en el centro de Quito. Foto: EL COMERCIO |
Quito, Ecuador.- En el
pasillo del bus está Antonio, un venezolano de 20 años que llegó hace tres
meses al Ecuador.
Durante un minuto habla
a los pasajeros de la crisis de su país y de la “extrema devaluación” de la
moneda en estos últimos dos años. Tras ese breve discurso, recorre los asientos
y ofrece golosinas por USD 0,25 centavos. Dice que esa es la única forma que
tiene por ahora de ganar unos dólares y subsistir.
Hace poco más de un mes
dejó el empleo que tenía en un restaurante, en Quito. El dueño le ofreció el
sueldo básico (USD 375), pero al final solo le pagó USD 90. “Las ventas no
estuvieron buenas”, le dijo.
No lo denunció por
temor a una deportación, pues está sin los papeles migratorios en regla. Ahora,
con lo que gana de los dulces intenta reunir USD 500 para tramitar la visa de
trabajo, la única vía para hallar empleo formal.
En el parque La
Carolina hay otros venezolanos que han optado por la venta de empanadas, ropa o
frutas para ganar dinero. Los migrantes no hablan abiertamente del tema, pero
admiten que hay gente que se ha aprovechado de ellos para ofrecerles contratos
con más de las ocho horas que fija la ley. En otros casos ni siquiera les
pagan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario