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2 de septiembre de 2021

Aitana Sánchez-Gijón: “La barrera de los 35 en mi caso no pudo ser más elocuente: pasé de ser el objeto de deseo a la madre del objeto de deseo. El cine dejó de contar conmigo”

 La actriz, que ha rodado solo cinco películas en los últimos 10 años, trabaja por primera vez con el director Pedro Almodóvar en 'Madres Paralelas', que se estrena hoy en el Festival de Venecia.

POR Juan Sanguino    -    Vanity Fair

A principios de los 2000, Aitana Sánchez-Gijón (Roma, 52 años) se vio abocada a una prejubilación forzosa. “La barrera de los 35 en mi caso no pudo ser más elocuente: pasé de ser el objeto de deseo a la madre del objeto de deseo. Sin transición. Y el cine dejó de contar conmigo”, afirma. Aunque el teatro (Medea, La rosa tatuada, Un dios salvaje) y la televisión (Velvet) han salvado su bolsillo y su autoestima, confiesa que echaba de menos el cine. Ahora regresa a la gran pantalla con Pedro Almodóvar y Madres paralelas (estreno en España el 10 de septiembre), donde interpreta a la madre de Milena Smith.

La película llevará a Aitana por todo el mundo y la primera parada es el Festival de Venecia, donde se presentará a principios de septiembre. A punto de cumplir 53 años, a Aitana le entusiasma poder seguir haciendo cosas por primera vez.

Cuando les decía a sus compañeros de escuela que quería ser actriz, le respondían: “Pues te vas a tener que desnudar”. Un lugar común en el cine español de la época que a ella le tocó vivir de lleno. “Cuando lo estás viviendo, te parece que es lo que tiene que ser. En Bajarse al moro (1989) había una escena en la que me acostaba con Antonio Banderas y de repente entraba Carmelo Gómez y nos saca de la cama. Yo estaba en pelota picada y Antonio me decía: ‘No te preocupes, nos compinchamos’, y no sé cómo hice para que se me viera lo menos desnuda posible. Me tapaba, me escondía, me zafaba. Y Colomo me quería poner trampas para sacarme en pelotas”, recuerda entre risas.

Pero su carrera la alejó del rol de sex symbol para coronarla como “La musa de la intelectualidad”. A los 26 años La regenta le dio un estatus de actriz de prestigio que la mayoría de sus compañeras de generación (Maribel Verdú, Penélope Cruz, Emma Suárez) tardarían en alcanzar. Aitana era considerada una actriz seria, literaria, de época. “La princesa aplicada”, proclamaba Fotogramas en 1995. El siguiente paso era convertirse en una estrella.

La actriz recuerda a su partenaire en Un paseo por las nubes (1995), Keanu Reeves, como “un misterio”. “Era alguien muy privado que no compartía prácticamente momentos con nosotros. Éramos casi todos latinos, recuerdo aquellas noches en los viñedos en las que alguien sacaba una guitarra y cantábamos o a charlábamos. Y Keanu no salía de su caravana”, comenta. Él la llamaba “Mi reina”, así en castellano, y ella le decía: “Eres un soso de cojones”. Él repetía “sou-so de cou-ho-nes”. Así que el director le pidió a Aitana que lo ayudase a relajarse. “El día que teníamos que grabar nuestra gran escena de beso a cámara lenta entré en su camerino y se había cargado una mesita de un mazazo. Me quedé acojonada. Luego salió y le dije: ‘Ven aquí, que vamos a ensayar tú y yo’. Estaba tan nervioso, tan tenso. Y yo le decía que era un juego, que íbamos a divertirnos. Así que lo llevé a mi caravana, nos besamos, mua mua, mua, y le dije: ‘¿Bien? Ya te has relajado un poco. Venga, pues a rodar”.

En 1998 le propusieron presidir la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. “Querían que la Academia se popularizara entre el público por medio de una figura con una proyección determinada. Y también por el hecho de ser mujer, porque hasta ese momento habían sido todo hombres mayores”, analiza. Aitana pasó solo dos años en la presidencia, pero fueron los 24 meses más convulsos de la historia de la Academia. Una mañana en el rodaje de Volavérunt (1999), estaba en la sala de maquillaje cuando abrió el periódico y se enteró del escándalo: una supuesta compra de votos e irregularidades por parte del equipo de El abuelo, la película de José Luis Garci. A continuación tuvo que rodar la escena en la que su personaje, la duquesa de Alba, agonizaba hasta la muerte. Aquel papel le dio la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián. Y eso que las críticas contra la cinta de Bigas Luna fueron tan duras que la noticia del premio la pilló en la cama por el disgusto.

“Cuando fui con Penélope a presentarla, recibimos tales varapalos que me puse enferma. Y me sacó de la cama el premio”, recuerda. La lectura de su nombre durante el palmarés recibió algunos abucheos por parte de la prensa, lo cual aguó un poco la fiesta a la actriz hasta que se cruzó con el presidente del jurado, Bertrand Tavernier. “Me dijo que mi premio había sido por unanimidad. Que no hubo ni media duda. Así que me quedo con eso. ¿Para qué me voy a quedar con lo otro?”, concluye. También confiesa que aquel año estaba convencida de que iba a estar nominada al Goya. Y no solo no lo estuvo, sino que, en calidad de presidenta, tuvo que leer las nominaciones. “Te confieso que en el momento me dio un poco de chasco”, admite entre risas.

Madres paralelas la ha unido con Pedro Almodóvar en una colaboración que cuesta entender que no haya ocurrido antes, pero nunca había habido tentativas de trabajar juntos: esta era la primera vez que la llamaba. Cuando la convocaron para el casting se le habían juntado cuatro trabajos y “un momento personal muy difícil”, así que tuvo que posponerlo un mes. “Según se acercaba la prueba, no quería ni pensarlo. Pero sentía que ese personaje tenía que hacerlo yo. Claro que eso es algo que te dice el ego, porque el personaje es una actriz. Pero yo en ese momento sentía: ‘Esto lo sé hacer”, confiesa. Después de hacer la prueba se enteró de que, a pesar de que las directoras de casting le propusieron varias opciones, Almodóvar solo había pedido verla a ella.

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