El Cañero

18 de octubre de 2016

LAS ANTOLOGÍAS DE MIERDA

Por Justiniano Estévez Aristy
Las antologías dominicanas, sufren, salvo raras excepciones, del síndrome del desmanche crónico, perverso y cínico. Lo malo del oficio del seleccionador es que en muchas ocasiones escoge los machos del arrozal y deja el grano limpio en el tendal.
Ángel Lockward y Avelino Stanley, colaboraron juntos para la aparición de una antología de cuentos, en Colombia, llamada Ruptura del límite.
Este grandioso esfuerzo editorial, solo generó un comentario público y fue en contra. Se trató de un intento de mostrar al continente la narrativa dominicana de un tiempo cercano y de un tiempo no muy cercano. Cangrejo Editorial, le hizo el favor al país de la primera tirada. Hubo omisiones, como siempre, que fueron dolorosas.
Creo que Pedro Antonio Valdez, no apareció en ella, como tampoco Servido Sélvido Candelaria y a mí, en lo particular, me dolió, siendo ambos maestros del cuento corto.
Máximo Vega y José Acosta, fueron incluidos y la inclusión fue meritoria. Aunque el antólogo hace con su antología lo que le venga en ganas y quien no esté de acuerdo que publique una antología a su gusto y punto y aparte, este intento de Stanley y Lockward, fue uno de los más meritorios, desapasionados, loables y justos de los que ha conocido la República Dominicana.
Rompió con las tradicionales antologías del cuento donde los nombres son tan comunes: Bosch, Maggiolo, Alfonseca y del Risco, estos dos de pena, incluidos por estar bien muertos, Rueda, por su gran influencia en un círculo de intelectuales que siempre se tiraban los premios como se tiran a la mesa unos naipes tramposos, los maricones y fugarrones de Isla abierta, y el interés soterrado del antólogo de canjearse simpatías y ser inobjetable por el jurado resaltado en sus antologías, en premios de ensayos presentes y postreros, manteniendo en el tapete un circo narrativo, controlador de todo, que va más allá de los méritos resaltados y del empaquetamiento de aquellas páginas muestrario que fingen ser honestas, pero que no lo son y nunca lo serán.
El Ministerio de Cultural tiene que crear una escuela de Críticos literarios, los que están en decadencia, ya que el cuento y la novela dominicanas, sobretodo, necesitan de voces que destruyan los mitos y destapen los entierros.
No hay novedad en esa antología de diez o quince nombres. No reconocen los grandes aportes que han hecho los narradores del 80, así como los de la literatura de nuevo cuño, con cuentistas que pueden tratar de tú a tú a cualquier narrador latinoamericano y hasta cosechar mejores méritos que los patriarcas del arte de contar que comparados cuento a cuento son, pero no son superiores que los emergentes vapuleados siempre por las hediondas y parciales antologías.
Aunque el antólogo hace con sus antologías lo que le venga en ganas, no tiene patente de corso para callar las críticas que siempre develan sus oscuros trasfondos.

Son antólogos que le costó mucho trabajo penetrar las herméticas páginas de un suplemento literario y ya creyéndose herederos de la verdad literaria, del síndrome del desmanche crónico y cínico, del favoritismo de los premios literarios con testimonios cuestionadores de miembros de esos jurados comprometidos, decepcionan de pronto al país con una antología de mierda, hecha solo a la altura de todas sus decadentes miserias.

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