Por Justiniano Estévez Aristy
Las antologías dominicanas, sufren, salvo raras excepciones, del
síndrome del desmanche crónico, perverso y cínico. Lo malo del oficio del
seleccionador es que en muchas ocasiones escoge los machos del arrozal y deja
el grano limpio en el tendal.
Ángel Lockward y Avelino Stanley, colaboraron juntos para la aparición
de una antología de cuentos, en Colombia, llamada Ruptura del límite.
Este grandioso esfuerzo editorial, solo generó un comentario público y
fue en contra. Se trató de un intento de mostrar al continente la narrativa
dominicana de un tiempo cercano y de un tiempo no muy cercano. Cangrejo
Editorial, le hizo el favor al país de la primera tirada. Hubo omisiones, como
siempre, que fueron dolorosas.
Creo que Pedro Antonio Valdez, no apareció en ella, como tampoco Servido
Sélvido Candelaria y a mí, en lo particular, me dolió, siendo ambos maestros
del cuento corto.
Máximo Vega y José Acosta, fueron incluidos y la inclusión fue
meritoria. Aunque el antólogo hace con su antología lo que le venga en ganas y
quien no esté de acuerdo que publique una antología a su gusto y punto y
aparte, este intento de Stanley y Lockward, fue uno de los más meritorios,
desapasionados, loables y justos de los que ha conocido la República
Dominicana.
Rompió con las tradicionales antologías del cuento donde los nombres son
tan comunes: Bosch, Maggiolo, Alfonseca y del Risco, estos dos de pena,
incluidos por estar bien muertos, Rueda, por su gran influencia en un círculo
de intelectuales que siempre se tiraban los premios como se tiran a la mesa
unos naipes tramposos, los maricones y fugarrones de Isla abierta, y el interés
soterrado del antólogo de canjearse simpatías y ser inobjetable por el jurado
resaltado en sus antologías, en premios de ensayos presentes y postreros, manteniendo
en el tapete un circo narrativo, controlador de todo, que va más allá de los
méritos resaltados y del empaquetamiento de aquellas páginas muestrario que
fingen ser honestas, pero que no lo son y nunca lo serán.
El Ministerio de Cultural tiene que crear una escuela de Críticos
literarios, los que están en decadencia, ya que el cuento y la novela
dominicanas, sobretodo, necesitan de voces que destruyan los mitos y destapen
los entierros.
No hay novedad en esa antología de diez o quince nombres. No reconocen
los grandes aportes que han hecho los narradores del 80, así como los de la
literatura de nuevo cuño, con cuentistas que pueden tratar de tú a tú a
cualquier narrador latinoamericano y hasta cosechar mejores méritos que los
patriarcas del arte de contar que comparados cuento a cuento son, pero no son
superiores que los emergentes vapuleados siempre por las hediondas y parciales
antologías.
Aunque el antólogo hace con sus antologías lo que le venga en ganas, no
tiene patente de corso para callar las críticas que siempre develan sus oscuros
trasfondos.
Son antólogos que le costó mucho trabajo penetrar las herméticas páginas
de un suplemento literario y ya creyéndose herederos de la verdad literaria,
del síndrome del desmanche crónico y cínico, del favoritismo de los premios
literarios con testimonios cuestionadores de miembros de esos jurados
comprometidos, decepcionan de pronto al país con una antología de mierda, hecha
solo a la altura de todas sus decadentes miserias.
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