Por Pablo Felipe Arango
Sólo una mujer [junto a otros como Sinar Alvarado, Pablo Montoya, Octavio Escobar Giraldo, José Zuleta Ortiz o Jorge Aristizábal] fue incluida en la lista elaborada por el Ministerio de Cultura para que participara en el evento literario que se llevó a cabo en la Biblioteca Arsenal de París el 15 de noviembre en el marco del año cruzado Colombia–Francia. La escogencia del Ministerio es claramente discriminatoria pero no sólo por razones de género sino además por razones de calidad, que debe ser el único criterio que debería emplearse para brindar algún reconocimiento, se trate de un premio, una beca, o de la lectura que debe ser la única aspiración valida de un escritor. Un escritor debe aspirar a ser leído, ahora o en el futuro, y nada más; el resto es mera farándula.
Es grave, y por supuesto ofensiva con todos, la ausencia de mujeres en la lista elaborada por el Ministerio de Cultura, no porque hubiera debido incluir un número idéntico de mujeres en el grupo patrocinado, sino porque hay escritoras mejores que algunos de los incluidos. El comportamiento del Ministerio repugna, como molestan casi todas sus decisiones, porque en general cualquier manifestación del gobierno o del establecimiento en torno al arte es ofensiva. No puede haber intervención gubernamental que no atropelle de manera grave la libertad del artista o su espíritu creativo. El artista, y un escritor lo es, debe huirle al estado, a sus subvenciones o promociones, al apoyo aun cuando parezca desinteresado. Por eso creo que se equivocan las escritoras que suscribieron una carta de protesta preguntando: cómo se manejan los recursos públicos asignados a la literatura; dónde y cuándo se realizó la convocatoria para la selección de escritores y de hojas de vida que serían enviados a las editoriales francesas; cuales fueron los criterios de selección; dónde y cuándo se convocó a postularse para la selección de quiénes participarían en el evento.
Preguntas que parecen propias de un grupo de trabajadores oficiales molestos por las decisiones de la oficina de talento humano: convocatorias, hojas de vida, criterios de selección, etc. Pero más curiosidad aún estimula la creencia de quienes suscriben la carta de que existen “recursos públicos asignados a la literatura”, ¿de verdad creen que estos existen o que por lo menos se usan para promover la literatura o la creación?, mayor ingenuidad no puede haber.
La carta de protesta deja entrever además la duda de que el evento en Francia sea importante y tienen razón, aunque igual inquietud cabe de todos los demás eventos similares que se llevan a cabo en otros países incluido por supuesto Colombia. Debe dudarse de la objetividad de todo festival, feria o concurso que se convoque con el único propósito de la mera exposición. Quiéranlo reconocer o no, se trata apenas de actos sociales que terminan siendo peores que los tradicionales porque fingen trascendencia. Al menos las revistas del corazón y las páginas sociales de la prensa reconocen el mero afán de exhibición.
Por eso me asombra la carta y me resisto a acompañarla a pesar de que es evidente la bajeza del Ministerio, pero es que no es posible pedir más, no es posible y no es deseable.
Thomas Bernhard escribió en El sobrino de Wittgenstein:
“Las concesiones de premios,…son lo más insoportable del mundo,… no ensalzan, sino que rebajan, y por cierto de la manera más humillante…. Me sometí a la humillación de esas concesiones de premios. Hasta los cuarenta años. Dejé que me defecaran en la cabeza en esos ayuntamientos y salones de actos, porque una entrega de premios no es otra cosa que una defecación en la cabeza de uno…Porque un premio se lo entregan a uno siempre sólo personas incompetentes, que quieren defecar en la cabeza de uno y defecan abundantemente en la cabeza de uno si se acepta su premio. Y están en su perfecto derecho de defecar en la cabeza de uno, que es tan abyecto y tan bajo como para aceptar su premio…”
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