El frió se clava como finos cristales
y sobre el impasible abrigo,
unas gotas de rocío se caen.
El mar existe vacío
nadie bordea en los mares,
de puerto en puerto navegas,
sólo, sin nadie.
Recuerda que en el otoño,
cuando se desploma la tarde,
la mirada te acompaña
y el dolor se retrae,
emergiendo sobre el navío
y la inmensidad de los mares.
Nadie atiende el reclamo,
que viaja desconsolado,
y solloza entristecido,
como efímero enamorado.
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