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El aferramiento patológico al poder convierte
a los dirigentes políticos en seres erráticos y payasescos, en unos casos, y en
sujetos peligrosos, en otras ocasiones. Los resultados de las pasadas
elecciones municipales han provocado en algunos líderes disturbios emocionales
que los colocan al borde de las actitudes señaladas.
Haberse creído sus propias mentiras respecto a
la aceptación en el electorado, los ha sacado de casilla y por eso hablan como
si hubiesen extraviado la razón, más que haber perdido las elecciones del 18 de
febrero. No se percatan de que esa conducta torna más patético el revés
electoral recién pasado.
La desmesura resulta un mal componente para
quienes, pese al contundente infortunio de febrero, quieran competir con buen
ánimo en mayo. No se pondrán de acuerdo para una candidatura presidencial
única, porque el odio “corre y los separa”, pero sí para imaginar locuras y
difundir terror.
Por ejemplo, el doctor Jaime David Fernández,
exvicepresidente de la República y miembro del comité político del PLD, otrora
comedido y afable, se ha despachado con unas declaraciones que apuntan hacia el
vandalismo. Lo que anunció para el día de las elecciones presidenciales es nada
halagador y muy peligroso.
Como en uno y otro PLD, lo que se habla hacia
afuera es producto de acuerdos de los organismos, el señor Rubén Maldonado, del
PLD verde, también se permitió advertencias que incluyen amenaza al orden el
día de los comicios. Lo mismo, con énfasis y bravura dignos de causa más justa,
hizo José Frank Peña, según pude oírlo en el mismo programa donde habló
Maldonado.
Anunciar motines ´nunca es bueno, y peor,
amenazar con eso en un día tan sagrado para la vida de la nación es muy grave y
por tanto inaceptable. Es como si se quisiera aplicar métodos tribales,
impropios de mentes reposadas, en una nación que es ejemplo de democracia y
cuyo orden político contrasta con el de otras que no tienen igual suerte.
La retórica del terror parece obedecer a una
campaña dirigida a alejar a los votantes de las urnas y desacreditar el
proceso. Dañar las elecciones, con tan ostensible alevosía, es comparable al
comportamiento de aquellos hombres que matan a sus exparejas guiados por la
divisa “Mía o de nadie”. Si ya perdí, ¿para qué elecciones?
Las Junta Central Electoral no puede dormirse
ante los citados pronunciamientos. Hay una incitación peligrosa. En cuanto al
amigo Jaime David, vale recomendarle desempolvar sus conocimientos de
psiquiatría para dar asistencia emocional a compañeros que no están preparados
para un resultado desfavorable el 19 de mayo. La salud, ante todo.
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