Kleiner López | El Caribe
El proceso de
lucha por el 4% a la Educación Preuniversitaria duró tres años.
Un método pacífico, participativo y que consigue resultados sustituye las incendiarias huelgas de los años 90 y principios del presente siglo XXI
El giro que
han dado los movimientos sociales en los últimos años ha sido en la dirección
correcta. Han pasado de la huelga a la movilización participativa y de acumular
muertes, heridos e impotencia a conseguir resultados que hacen recular
decisiones presidenciales y transforman políticas públicas.
Su mejor
conquista ha sido lograr que la ciudadanía forme parte de los procesos de lucha
porque comprende la importancia del reclamo y lo interpreta como justo y
legítimo.
El 4% por la
Educación Preuniversitaria, el Derecho a una Nacionalidad, la Marcha Verde, las
Protestas de la Plaza de la Bandera, la Despenalización del Aborto por tres
Causales son movimientos sociales no solo por los resultados concretos que
obtuvieron, sino por la amplia diversidad de organizaciones y ciudadanos que
los hicieron posible.
Pero no
siempre fue así. Juan Luis Corporán, sociólogo e investigador social, relata
que previo al año 1978, las movilizaciones que se producían en el país eran
obreros que protestaban contra sus patrones por aumento salarial y mejores
condiciones laborales. Los sindicatos de trabajadores ejercían una gran
influencia en esas luchas sociales, cuyo escenario era normalmente los
alrededores de la empresa donde laboraban los obreros.
A partir de la
década de los años 80, comienza una confrontación entre las organizaciones
sociales y el Estado que tenía un propósito diferente: mejorar la calidad de
vida de la gente en los barrios y las comunidades. ¿El reclamo? carreteras,
agua potable, energía eléctrica y salud, entre otras necesidades básicas que el
Estado no lograba satisfacer debido a la gran afluencia de personas que se
había trasladado del campo a la ciudad, sin ningún ordenamiento territorial.
“Todas las
reformas que se dan en los años 80 y 90, la de salud, la seguridad social, la
lucha contra la pobreza, el establecimiento del sistema de veeduría, son fruto
de esas movilizaciones sociales”, plantea Corporán.
No obstante,
aclara que la aprobación de leyes trascendentales no implica necesariamente su
aplicación inmediata. De ahí surge, por ejemplo, el reclamo del 4% para la
educación preuniversitaria, que se articuló en torno a un desafío: el
cumplimiento de la Ley General de Educación 66-97 en materia presupuestaria.
Aprobada en el
año 1997, la legislación ordena invertir el 16% del presupuesto nacional o el
4% del producto interno bruto (PIB) en la educación preuniversitaria.
Lo establecido
en materia presupuestaria nunca fue observado por los gobiernos de turno. Así
que en el año 2010, una serie de acontecimientos generó un clima propicio para
la aparición de un movimiento social que no detendría su actividad hasta la
materialización de la asignación del 4% del PIB en el Presupuesto de la Nación
para el año 2013.
“Las
movilizaciones sociales llevan a triunfos importantes”, asegura Corporán, tras
explicar que el movimiento del 4% por la Educación Preuniversitaria permitió
una acumulación de experiencias que marcarían un nuevo estilo de la gente
movilizarse.
“Hasta ese
momento, el tipo de repertorio que llevaban a cabo los movimientos sociales
estaba más alineado a un paro que a una movilización. Se impedía que el colmado
abriera, que circularan los vehículos; se quemaban neumáticos; algunos tiraban
basura en las calles y también se suspendían las clases. Todo esto provocaba
que la gente se quedara en su casa, en lugar de participar”, explicó.
La lucha que
un grupo de jóvenes desarrolló en el año 2009 para preservar el Parque Nacional
Los Haitises del intento de instalar una cementera en esa zona protegida fue el
primer experimento de una movilización diferente.
La instalación
de un campamento de resistencia pacífica en el santuario de flora y fauna
nativa, y la ejecución de un plan de incidencia política fueron suficientes
para que el presidente Leonel Fernández colocara en primer lugar el interés
nacional.
A partir de
ahí, el cambio de repertorio de los movimientos sociales fue mostrando un nuevo
perfil. Esta es la fotografía: manifestaciones pacíficas, que dan al ciudadano
la oportunidad de participar activamente; con un mensaje claro y una
contundencia en su accionar que evidencie la firme de decisión de que el
proceso de lucha se mantendrá hasta que el objetivo se logre.
Corporán,
quien es subdirector técnico de Ciudad Alternativa y ha sido organizador de
varios movimientos sociales en el país, lo muestra con ejemplos.
“Miles de
familias dominicanas se movilizaron los domingos para reclamar la investigación
y sometimiento a la justicia de los funcionarios vinculados a los sobornos de
Odebrecht, lo que puso de manifiesto que no hay que temer por la vida cuando se
participa en una movilización social pacífica”.
“Mucha gente
no entendía bien el reclamo de una redistribución del Presupuesto General del
Estado para aplicar la Ley Educativa, pero sí sabía que quería una mejor
educación para sus hijos”.
“Por el tipo
de movilización que hizo el Movimiento de Jóvenes Dominicanos de Ascendencia
Haitiana Reconoci.do, que procuraba el reconocido de la nacionalidad de la
población de ascendencia haitiana, no puede decirse que hicieron desórdenes en
las calles”, indicó Corporán.
El resultado de la lucha de Reconoci.do y otras organizaciones sociales fue el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros, régimen especial para dotar de documentos de identidad y permisos de permanencia a los extranjeros que se encontraban residiendo en el país de forma irregular, que tuvo una vigencia de 18 meses, durante los cuales se acogieron 288,466 extranjeros de 116 nacionalidades, representando los nacionales haitianos el 97.8%, mientras que el resto de las nacionalidades representó aproximadamente el 0.3%.
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