Por Alejandro Paulino Ramos
Historiador y profesor universitario.
Doña Trina de Moya, autora del Himno a Las Madres.
En 1926 se constituyó en Santiago de los Caballeros el primer Comité Pro-Día de las madres. Se tiene a Doña Trina de Moya y a Ercilia Pepín, educadora de Santiago, como las primeras en propiciar la festividad.
Desde los primeros años del presente siglo
XX, muchas naciones festejaban el Día de las Madres en diferentes fechas. En el
caso de las naciones latinoamericanas la mayoría lo hacían el último domingo de
mayo, lo que influyó en el caso dominicano. En nuestro país la fiesta a las
madres es más reciente y se inició después de la desocupación norteamericana,
durante el gobierno del General Horacio Vásquez, en 1926. Se tiene a Doña Trina
de Moya, su esposa y a Ercilia Pepín, educadora de Santiago, como las primeras
en propiciar la festividad.
En 1926 se constituyó en Santiago de los
Caballeros el primer Comité Pro-Día de las madres y se estableció como símbolos
el clavel rojo para la madre viva y una azucena o nardo para la madre
fallecida; todos se propusieron vestir de rojo o blanco según el caso.
Aquel día quedó establecido por ley de manera
oficial con número 370 de 1926; en ella
se declaraba que el homenaje a las madres debía celebrarse el último domingo
del mes de mayo, como todavía sucede. Aquel solemne día la primera fiesta a las
madres fue el 30 de mayo y para ello se organizaron actos públicos y escolares,
veladas, visitas colectivas al cementerio y se publicaron opúsculos motivando
las razones del homenaje.
En su escrito, que Ercilia tituló “Invocación
en el día de las madres”, en 1926, la educadora de Santiago definió aquella
celebración como una tendencia a la humanización de la existencia del pueblo
dominicano y les cantó a todas las madres exaltando su amor, patriotismo,
bondad, gratitud y desprendimiento. Las consideró guías de las generaciones, en
las que el sufrimiento del doloroso devenir del pueblo dominicano encarnó el
sentimiento de la dominicanidad, para que los hijos agradecidos aprendieran a
construir la patria.
En mayo de 1928 Ercilia Pepín volvió a
escribir sobre el Día de las madres, ratificando su criterio de que ellas eran
el símbolo que debía ser permanentemente reverenciado y que en ese día especial
debía rendirse culto a la madre viva y a la madre muerta, a la madre propia y a
la madre ajena.
Aquellas fiestas a las madres, en las
primeras décadas, no incluía el derroche de dinero, ni el regalo costoso: era
más apreciado regalar ramos de flores, abrazos, besos, cariño. Preparar
exquisitos banquetes, tomar algunas bebidas naturales, se cantaba, declamaba.
Pasarse el día acompañando las ancianas, disfrutando de un pasadía en compañía
de las familias, que se reunían expresamente para ese fin. Hasta los que no
tenían madre, por no haberla conocido, se entregaban a esta fiesta que se fue
haciendo nacional.
Hoy, y desde hace décadas, todo ha ido
cambiando; los claveles y las rosas han ido desapareciendo de la costumbre.
Ahora todo se resuelve gastando algún dinero en las tiendas y es raro escuchar
la canción que marcó la primera celebración, escrita por Doña Trina de Moya,
que todos cantaban en las escuelas y que se entonaba a coro en todos los
hogares: “Venid los moradores del campo a la ciudad/ entonemos un himno de
intenso amor filiar/ cantemos de la madre su ternura y su afán / y su noble
atributo de abnegación sin par / Celebremos todos la fiesta más bella/ la que
más conmueve nuestro corazón/ fiesta meritoria que honramos con ella/ a todas
las madres de la creación/…/”.
La costumbre se enraizó en el pueblo
dominicano y aunque la forma ha variado, marcado por el interés comercial, el fin
perseguido por Ercilia Pepín y Doña Trina de Moya, se mantiene: el Día de las
Madres, forma parte de nuestra cultura y es la fecha, después de algunas
fiestas cristianas, más celebrada por
los dominicanos.
Fuente:
http://historiadominicana.blogspot.com / Publicado en fecha de: 27 de mayo de
2012
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