El lunes abandonó París en
avión privado. Antes de enfrentarse a Wimbledon, descubrimos cómo es el día a
día del tenista y su novia.
POR ESTEBAN MERCER – revistavanityfair.es
Rafael Nadal y María Francisca Perelló.GTRES/VF |
Felicidad es la palabra que
mejor define el estado de ánimo de Rafa. Una felicidad que, según los que le
conocen, podría ser incluso mayor que la que sintió la primera vez que ganó el
torneo parisino sobre tierra batida en 2005. Han pasado muchos años, pero sigue
siendo el rey indiscutible, algo que para el tenista es importantísimo pues su
nivel de exigencia, lejos de apaciguarse, va en aumento a medida que se hace
mayor.
El tenista, acompañado de
su equipo y de los miembros de su familia, padres, tíos, primos y su prometida
María Francisca Perelló –a la que algunos insisten en llamar Mery cuando ni su
novio, ni la familia, ni los amigos han utilizado jamás este anglicismo para
referirse a ella–, regresó a Mallorca en un vuelo privado, un medio de
transporte que usa en contadísimas ocasiones. Se despidió de París en la mañana
del lunes, tras haber disfrutado de una cena bufet en el Hotel Intercontinental
a la que asistió don Juan Carlos acompañado de su hija la infanta Elena. El
antiguo monarca, muy amigo del tenista, no quiso perderse la celebración y
participó activamente de ella, como si fuera uno más del clan. Lo primero que
hizo fue despojarse de la corbata y relajarse con Rafa y los suyos, desplegando
todos sus encantos. Los que acudieron a la cena volvieron a alabar el sentido
del humor y el carácter seductor de don Juan Carlos que se mostró en una forma
física excelente.
Rafa Nadal alquila el avión
privado para estos desplazamientos familiares, pues aparte de resultar más
cómodo le permite celebrar la victoria con los suyos con mayor libertad.
Durante la temporada el tiempo es oro. Cuando está junto a ellos, el tenista
deja de ser una estrella del deporte y se convierte en el joven normal que
nunca ha dejado de ser. Es alegre, despreocupado, hablador y muy amante de esos
momentos de intimidad familiar que tanta estabilidad aportan a su vida. Ropa
cómoda y al sofá rodeado de tíos y primos.
El hecho es que el manacorí
nunca ha querido independizarse de los suyos. Vive en la casa frente al mar de
Porto Cristo que construyó su abuelo, de curiosa arquitectura, colonial y
modernista y es que el abuelo Rafael, ya desaparecido, era un artista que quiso
que sus hijos siguieran junto a él incluso tras sus matrimonios. Rafael vive
hoy con María Francisca en el piso que antes ocupaban sus padres a la espera de
la boda que ha de tener lugar tras el verano. Según fuentes cercanas a la
pareja, todavía no hay nada decidido respecto a cómo ha de ser el enlace pero
lo que es seguro es que no habrá exclusiva de ningún tipo. Los novios quieren
sobre todo tranquilidad y la mayor normalidad.
El que está muy satisfecho
también es Carlos Moyá, entrenador de Nadal y también uno de sus mejores
amigos. Sin duda la experiencia del extenista mallorquín, el primero en
convertirse en número uno del mundo y con un currículum de éxitos
impresionante, es hoy una pieza fundamental del equipo que rodea y protege al
tenista con el plus añadido de conocer por haberlo vivido primero, que
significa ser un numero uno además de estrella y la presión que este estatus
supone.
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