Mauro Quintuña
Como parte de un audaz proyecto artístico, Emma Sulkowicz ha puesto en
serios apuros a la Universidad de Columbia, cómplice silencioso del ataque.
"Mi violador —un violador en serie— todavía vive en el campus, a
pesar de que tres de las mujeres que ha agredido lo denunciaron a la
universidad. Todos los días vivo con miedo de encontrármelo, no puedo evitar
pensar en las otras estudiantes que han pasado por lo mismo".
Emma Sulkowicz, estudiante de Arte de la prestigiosa Universidad de
Columbia, en Nueva York, se pasea desde hace unos días por el campus con el
colchón de su cuarto a cuestas. Allá donde va, arrastra como puede el pesado
bulto, el mismo lecho en el que hace dos años un compañero de clase la violó.
La protesta forma parte de su tesis, lleva por título Carry That
Weight ("desde entonces, siento que llevo ese peso sobre mí a todas
partes"), y no soltará el colchón hasta que su agresor sea expulsado del
campus por lo que hizo: "Esto puede durar un solo día o hasta que me
gradúe". Depende, por tanto, de la decisión de las autoridades
universitarias que, por el momento, han tenido un papel bastante vergonzoso en
el asunto.
Desde que Sulkowicz denunciara el ataque, poco o nada se ha hecho para
investigar lo ocurrido aquella noche y tomar las medidas punitivas oportunas.
Tras una humillante audiencia ante las autoridades educativas —en la que tuvo
que dibujar un diagrama sobre cómo había ocurrido la violación, dado que
algunos de los presentes aseguraba no entenderlo— no se hallaron culpables. El
agresor también fue declarado inocente tras las denuncias de otras dos chicas
más.
En conversación con el Columbia Spectator, Sulkowicz reconoce no estar
preocupada por lo engorroso del asunto del colchón, sino por la atención que
eso genere: "Anoche, tumbada en la cama, me di cuenta de que no voy a ser
anónima nunca más".
Lo cierto es que resulta violento pasearse con el colchón de uno por a
la calle, porque no hay símbolo que represente mejor el epicentro físico de
nuestra intimidad. Exponerlo públicamente, a modo de carga simbólica, es un
gesto abrupto que indica que la historia de ese lecho ha sido corrompida de
alguna manera. Como performance artística, la propuesta de esta estudiante es
audaz y disruptiva. Como acto de denuncia es implacable: su gesto ha conseguido
atraer la atención mediática y señalar como cómplice silencioso a la
Universidad de Columbia, cuestionada, junto a otras conocidas universidades,
por su dudoso papel a la hora de atajar las frecuentes violaciones en sus
campus.
Ahora, pues, el peso del colchón también es cosa de Columbia. Seguro
que Sulkowicz agradece que alguien la libere de la carga, aunque sea en parte.
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