VICTORICA,
Argentina.- Cada año, la noche del 23 de junio, se reúnen en un lugar sagrado
en estas llanuras ocres para celebrar el Año Nuevo de un calendario precolombino.
Vestidos con ponchos y un tipo de joyería llamado tupu, ofrendan comida,
celebran un banquete con costillas asadas y cuentan historias. Por la mañana
marchan alrededor de un poste ceremonial de madera y una fogata alimentada
durante la noche en honor a la tierra.
Para los indios
ranqueles la escena está cargada de emociones y ofrece una visión de su
resurgimiento en medio de una larga lucha por el reconocimiento después de
siglos de penurias y pérdidas.
A lo largo de
todo el continente americano, por supuesto, se han desarrollado luchas
similares, pero el sentimiento de haber sido excluidos del diálogo nacional ha
sido especialmente grave para los pueblos indígenas de Argentina.
Mientras que
legisladores de Buenos Aires y de las provincias han hecho distintos esfuerzos
de reconciliación, los líderes indígenas se quedaron perplejos el año pasado
cuando Mauricio Macri, después de ganar la elección presidencial, destacó solo
los logros de los inmigrantes europeos influyentes en su discurso (más tarde trató
de calmar los ánimos reuniéndose con representantes indígenas).
“Ningún
presidente argentino ha hecho esfuerzos reales para reparar el daño hecho a los
pueblos indígenas”, dice Pedro Coria, de 51 años, sindicalista y presidente del
Consejo de Caciques Ranqueles en Santa Rosa, la capital de la provincia de La
Pampa. (NYtimes)
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