Opinión Socialista
Argentina. - La derrota electoral de los autores, defensores y beneficiarios del golpe de estado en Bolivia, constituye, sin dudas, un gran triunfo de la clase trabajadora y el pueblo boliviano, que votó masivamente contra los candidatos racistas y proimperialistas dándole su apoyo al partido de Evo Morales, el MAS, que recupera el poder político del Estado.
Desde el primer día del golpe las masas Bolivianas
resistieron al mismo, enfrentando durante más de un mes la represión en las
calles, hasta que el MAS firmó un acuerdo en la Asamblea Legislativa para el
llamado a nuevas elecciones. Esa resistencia continuó y tuvo su pico en las
jornadas de huelga general y cortes de ruta y marchas de agosto de 2020 que
derrotó el intento de candidatura a presidente de la dictadora Añez, aunque los
dirigentes de la Asamblea Legislativa aceptaron una nueva postergación de la
fecha de elecciones.
La dictadura sacó en los últimos días las tropas
militares a las calles para amedrentar al pueblo, y a través del Supremo
Tribunal Electoral, intentó preparar el terreno para justificar el fraude.
Incluso suspendieron la difusión de la información oficial, y emisión de datos
parciales, en un postrero e impotente intento por favorecer un fraude. Pero el
triunfo del MAS fue apabullante y el candidato prodictadura Carlos Mesa no tuvo
más remedio que salir a reconocer su derrota.
El resultado constituye también un golpe para la política
del imperialismo norteamericano y “su agencia” la OEA, que instigó y apoyó
desde un primer momento al gobierno de Añez, avalando e impulsando la represión
contra el pueblo Boliviano, y para los gobiernos y políticos lacayos del
imperialismo como como Bolsonaro, Piñera, Duke, Macri y otros. Esto es
relevante porque los “informes”, como los de Luis Almagro entonces o los de
Michelle Bachellet ahora en Venezuela, vergonzosamente avalado por el gobierno
de Alberto Fernández en la ONU, son usados para justificar las políticas
intervencionistas del imperialismo y sus agentes en América Latina.
Con la movilización de masas en Chile en ocasión del
aniversario de la revuelta popular, la continuidad de la lucha popular en Colombia,
el levantamiento en Costa Rica y el triunfo de la lucha de los trabajadores y
el pueblo boliviano contra la dictadura se retoma el proceso de luchas del
2019. Para un pueblo y una clase trabajadora con una enorme tradición como el
Boliviano, se abre un nuevo momento en el que estará planteado en primer lugar
juzgar y castigar a los golpistas, a los autores de las masacres de Senkata y
Sacaba, así como anular las medidas económicas que favorecieron a los intereses
más poderosos del país, a las multinacionales y a todos los sectores vinculados
al imperialismo.
Para esto, es necesario también comprender el carácter de
la fuerza política ganadora, cuyo flamante presidente habla de “reconciliación
y unidad nacional”, expresiones cuyos significados no son favorables a los
intereses de la clase trabajadora ni de la nación, ya que, para poder
satisfacer las demandas de las mayorías, será necesario anular las acciones e
investigar las atrocidades del gobierno de la dictadura.
Si bien el fascista Camacho tuvo una votación muy por
debajo de sus expectativas, su movimiento y los propios militares y las fuerzas
paraestatales de los comités cívicos continuarán agazapados para contraatacar
apenas haya condiciones. Es necesario comprender que a estos sectores hay que
derrotarlos en las calles, único modo de que dejen de ser una amenaza para los
derechos y las libertades democráticas de las masas trabajadoras.
Para los pueblos latinoamericanos y para la militancia
socialista y antiimperialista, la derrota de la dictadura es un motivo de
aliento, ya que empalma con grandes luchas y movilizaciones que vuelven a
reactivarse en el continente. Es necesario que este triunfo sirva para
fortalecer la lucha de todos los pueblos de América Latina contra el
imperialismo y sus planes, contra el pago de las deudas ilegítimas como las que
tomó la dictadora Añez, contra el saqueo de los recursos naturales, contra la
destrucción medioambiental y contra todas las políticas que atentan contra los
intereses de las mayorías trabajadoras.
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