El Cañero

29 de octubre de 2020

‘‘Adiós Lucas”

Marisol Vicens Bello -  El Caribe

Lucas Vicens Bello.

En este difícil momento en que sentimos que se quebró el núcleo familiar por el que tanto luchaste, del cual eras su líder como hermano mayor, la historia de tu vida da giros en mi memoria como para recordarme la grandeza de tu trayectoria y la extrema sencillez de tu vida.

Tu alma noble y tu espíritu sensible desde muy niño dio visos de qué harías de tu vida un apostolado, los jesuitas que te educaron le dijeron a nuestro padre que serías sacerdote o socialista, habiendo sido lo segundo, pues tu mente brillante, tu sensibilidad social no permanecieron indiferentes ante las situación política que imperaba en los inicios de los años 70, y como estudiante de economía de la UASD, junto a Francis tu compañera de esa etapa de tu vida y madre de tu única hija Laura, incursionaste en la militancia estudiantil y luego en la de los movimientos de una izquierda revolucionaria, de la que esperabas alcanzar sueños de igualdad.

Crecí bajo la sombra de tu influencia, de tu mano aprendí a amar las lecturas de los libros de Hermann Hesse, la pasión por los Beatles, la afición por el buen cine, Lelouch, Truffaut, Carlos Saura y tantos otros que, a mis escasos años, eran mis directores favoritos de películas que pocos en mi entorno veían, y mucho menos disfrutaban.

Tu temperamento jovial, tu espíritu conversador siempre poblaron tu vida de muchos amigos, todos pasaban por la casa y con el mismo amor que me tratabas siempre me trataron ellos. Tus primeras tertulias fueron las de la calle Caonabo, allí por cosas del azar se juntaron tus sueños con la historia de lucha contra la dictadura que encarnaban los hermanos Rodríguez Iriarte, que hasta el final de tus días fueron tus amigos.

Cuando nos mudamos a vivir a la Pedro Henríquez Ureña siempre encontré un mundo fascinante en tu habitación, desde el disco de los Carpenters que tanto me gustaba escuchar, tus muchos libros que repasé mil veces, hasta las botellas de vino que traías de tus frecuentes noches en Omar Khayyam y mantenías como una colección. Allí conversaba contigo y con tantos amigos que fueron parte de tu vida, desde Frank Guerrero Prats hasta Leopoldo Cross, y viví tus emociones con Siete Días con el Pueblo, la transición democrática del país, tus inicios en el servicio público en la Oficina de Planificación, pero entre tantos asuntos importantes siempre hubo un espacio para mí y todas mis amigas de nuestro añorado vecindario de Gascue, para llevarnos a las primeras fiestas de quince años o simplemente para transmitirnos tu gusto por la nueva trova, desde Silvio Rodríguez hasta Joan Manuel Serrat.

Dos momentos de tu vida alegraron particularmente a nuestro amado padre, la presentación de tu tesis, que por su extensión demoró unos años y terminaste publicando en un libro cuya portada tengo viva en mi recuerdo de un billete de un peso que ardía en llamas representando la trepidante devaluación, y el nacimiento de tu hija Laura, que papi entendió sería la forma de aquietar tus sueños revolucionarios.

Tus años como profesor fueron insuperables, recibía con frecuencia trabajos que algunos alumnos iban a llevarte a la casa, luego coleccioné historias de tantos en quienes dejaste tu impronta, veneraban tus enseñanzas, no solo de economía, sino de política y de vida, algunos se convirtieron en tus amigos como José Antonio Barreto, otros alcanzaron las más altas posiciones, como el presidente Luis Abinader, pero todos hoy ante tu muerte proclaman cuán importante fuiste para ellos, tus huellas indudablemente marcaron sus almas.

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