28 de febrero de 2015

La “yihad” contra periodistas y el problema haitiano

POR DENIS MOTA ALVAREZ
Denis Mota Álvarez
La patria, ese pedazo de tierra que contiene los valores, la lengua, la cultura, las viandas, el agua, los bosques y el variopinto de etnias, ideas y sueños de todo un pueblo, que se identifica con una nacionalidad, no se endereza ni arregla matando a sus hijos, por diferencias de ideas.

Vi al Dr. Luis Díaz en el video donde pedía las cabezas de los periodistas Huchi Lora, Juan Bolívar Díaz, Amelia Deschamps y Roberto Cavada, quienes denunciaron recientemente que son amenazados de muerte por “desconocidos” que los acusan de “traidores a la patria” por su posición frente a los migrantes haitianos y sus descendientes.

Mal haría el Movimiento Patriótico Independiente con atizar la idea del crimen, una especie de “yihad” al amparo de una supuesta traición a la patria contra quienes proclaman que los hijos de los haitianos, que han nacido en suelo dominicano, son nacionales dominicanos, al margen o en desacuerdo de cualquier normativa jurídica.

Creo, firmemente, que la disputa migratoria haitiana es un problema esencialmente  económico, donde los poderosos que se benefician de la cada vez mayor presencia haitiana, vale decir, dueños de medios de comunicaciones vinculados a la industria azucarera, las empresas agrícolas, a los consorcios de la construcción, aquí y en Haití, favorecen, pagan y sustentan la defensa de la presencia haitiana para sus fines económicos.

Eso no es racismo ni discriminación. Eso simple y puramente es explotación económica, que históricamente se ejerce contra las migraciones indocumentadas.

El problema migratorio haitiano y la naturalización de los hijos nacidos en territorio dominicano es un arma de doble filo, que no permite caminar haciendo equilibrio al filo de la navaja.

Los comunicadores, los libres pensadores, los grupos solidarios con causas diversas, que conjuntamente o al margen de los grupos económicos, defienden la cada vez mayor presencia de los haitianos  en el país, están ejerciendo un derecho, su derecho, y nadie en nombre de ningún narcisismo patriótico puede envalentonarse y proclamar, amenazar y sentenciar de muerte a otros dominicanos que no comulguen con sus posiciones.

Los periodistas Juan Bolívar Díaz y Huchi Lora, a lo largo de sus ejercicios profesionales y ciudadanos, al igual que Amelia Deschamps y Roberto Cavada han prestado mejores servicios a la patria que el conjunto de quienes quieren silenciarlos y acallar sus libres opiniones.
No comparto la totalidad de los discursos de Juan Bolívar ni de Huchi en pro de la defensa del problema migratorio haitiano. Otorgar la nacionalidad a quienes han nacido aquí tiene muchas aristas y por tanto hay que examinarlas y decidirlas a la luz de los derechos humanos, del derecho internacional  y de los derechos nacionales, pero sin pasiones ni truculencia jurídica. Lamentablemente el tema lo enturbian las pasiones y las sinrazones.

Lo lamentable es que tanto los gobiernos, haitiano y dominicano, están presionados por dos grupos: económicos y de opinión, en una y otra dirección, y no han dado los pasos correctos por solucionar, de forma favorable la situación para los indocumentados y para los hijos de éstos, dejando espacios a los enfrentamientos, las amenazas de éste y aquel lado, en tanto el tráfico de haitianos hacia el país y el beneficio de la mano de obra barata crecen y se multiplican, en contra de los obreros dominicanos y de los nuestros deficientes  servicios públicos.

El embajador haitiano Fritz Cinéas -en fragrante acto de descortesía- acusó, sin que se le quebraran las palabras, desde el Palacio Nacional y previo al inicio de los saludos al presidente Danilo Medina con motivo del Año Nuevo, a la prensa dominicana de incentivar la confrontación entre ambos países. Nada más falso.

Por su parte, el embajador dominicano en Haití, Dr. Rubén Silié Valdez, no se pronunció, ni con la timidez que lo caracteriza cuando tiene que responder las agresiones haitianas, frente a los actos de agresión a las misiones consulares de la República Dominicana en Anse-à-Pitre y en Juana Méndez, en Haití, provocando que el personal de esa última sede diplomática fuera evacuado.

Sin embargo, nada de esto justifica que se azuce a locos y se pueda llegar a utilizar los servicios del sicariato, para “darles para abajo” a quienes, con o sin razón, clamen por el derecho de nacionalidad de los hijos de los haitianos y tengan una visión diferente sobre la política  migratoria dominicana, donde el gobierno actúa sin estrategias diplomñaticas mientras que en Haití proclaman, desde una prensa agresiva y unos medios digitales irrespetuosos del pueblo y las autoridades dominicanas, que su materia prima de exportación por excelencia son los nacionales haitianos.


¡Que Dios nos libre de la sangre de unos y otros!

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