Otrora un pueblo polvoriento a seis horas de auto de Bogotá y epicentro de la guerra entre el Estado, la guerrilla y los paramilitares, Puerto Gaitán se transformó de la noche a la mañana cuando hace 13 años se descubrió una reserva de petróleo. Al compás del bombeo del oro negro abrieron nuevos negocios, florecieron los hoteles, llegaron a cantar estrellas del pop internacional y se construyeron fastuosos edificios donde antes sólo había calles de tierra y casas modestas.
En poco tiempo, la población se multiplicó y esta localidad de 5.000 habitantes llegó a tener 45.000 residentes.
Ahora, con el precio del crudo en picada, muchos preparan las maletas y se preguntan qué les deparará el futuro, un interrogante que atormenta a numerosas regiones de América Latina que enfrentan tiempos duros a raíz del desplome de la industria petrolera.
"Las cosas van mal, pero no hemos tocado fondo todavía", afirma Edgar Candelo, que perdió su trabajo como conductor de un camión cisterna en Rubiales, el campo petrolero más grande del país y de donde sale un cuarto del crudo de Colombia. Con 46 años y sin perspectivas a la vista, no ha tenido más remedio que aceptar un trabajo a 100 kilómetros de distancia y con la mitad de salario.
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