Por MAXIMO CAMINERO
Desde tiempos inmemoriales, “quedarse atrás” resultaba
una práctica “peligrosa”, especialmente si el grupo andaba de cacería y había,
algún dinosaurio cerca.
Luego, en las abundantes guerras de la humanidad, si
algún escuadrón se enfrascaba en una escaramuza y había que retroceder,
aquellos que quedaran rezagados corrían el riesgo de ser capturados, con
suerte, o desaparecidos, en el peor de los casos.
Trayendo esta expresión al presente, en donde
“socializamos” y buscamos relacionarnos unos con otros. Resulta que “quedarse
atrás” es la denominación que le damos al que “no logro” descollar como el
resto de la manada.
Las redes sociales son los campos de batalla en donde
buscamos llamar la atención, gritar, hacer escándalos con el fin de que “se nos
tome en cuenta” para “no quedarnos atrás”.
Sin embargo, yo diría que, quedarse atrás hoy en día, es
la mejor manera de vivir la vida en paz.
Cuando no somos notados, pasamos desapercibidos. No somos
blanco de envidias ni de ambiciones que, como aquel dinosaurio, son capaces de
devorarnos.
Quedarse atrás, es evitar las palpitaciones aceleradas de
nuestro corazón, especialmente por las noches.
No existe la necesidad de llegar primero, ni “los
premios” efímeros que esto otorga.
La canción “El Rey”, de José Alfredo Jiménez, nos lo
susurra subliminalmente diciendo; “después me dijo un arriero, que no hay que
llegar primero, pero hay que saber llegar.”
Conozco un montón de amigos bullangueros, simpaticones,
emprendedores, que se las pasan de fiesta en fiesta, de radio en radio,
figureando en revistas sociales y de farándulas.
Andan como nuestro “funesto casanova” Rufino Rubiroza, de
moda en el jet set de los 50s. Para terminar solos y alcohólicos. Frustrados en
una soledad más grande que las multitudes que le rodeaban. Empeñados en no
“quedarse atrás” terminaron donde ni el olvido los alcanza.
En cambio, conozco a otros, que sin hacer ruidos ni
ufanarse de “estar adelante”, han cosechado una sólida fortuna material desde
el silencio “de quedarse atrás”.
Sin embargo, ni aun estos logran alcanzar la verdadera
tranquilidad que otorga “el saber quedarse atrás”. Ya que, en ese camino
solitario es en donde aparece la voz del universo… la que pocos son capaces de
escuchar.
Los bienes materiales, para estos últimos, son
herramientas disponibles que podrían permanecer y desaparecer sin que por ello
les dé una taquicardia.
Son capaces de dar lo que tienen y hasta “ayudar” al que
desea adelantarse en el camino.
El orgullo para ellos es un lujo a la vanidad de la que
carecen.
Saben que todo es perecedero y se lo recuerdan
constantemente para no caer en tentaciones… amén!
Se ríen, piadosamente, del afán de los otros y muchas
veces se preguntan; ¿cuál es el afán de ir adelante si no estamos claros hacia
dónde vamos?
Hasta para “quedarse atrás” hay que tener “clase” una
clase muy ligera y exquisita. Desapegada de afanes y menciones. Libre de ser
reconocido o recordado.
¡Polvo eres!… y en polvo terminaras! Quizás sea la frase
más cierta de toda la biblia. El ultimo polvo que sacudí fue el de mi cama. Alcance
para ver como salía disparado por la ventana elevándose hacia el cielo en una
perdida infinita. Me pregunte ¿de qué difuntos serian esos polvos?
El universo y sus complicadas ecuaciones de vida nos
seguirán manipulando en el destino trazado a cada cual. No importa que tan
adelante vayas o si te quedaste atrás.
Recuerda que al final todos llegaremos… sin saber o
sabiéndolo…eso le faltó decir al arriero. ¡Salud! mínimo caminero
JPM
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