Por José Sing
Mendive y Safra su esposa, visitaron la ciudad de Santo Domingo
contratados por mi tío el empresario artístico Don Horacio Pérez. Era una
pareja muy versátil y rumbosa que cantaba y bailaba a ritmo de mambo y
chachachá.
Al parecer, los Mendive tuvieron que dejar parte de su equipaje (2
maletas) en nuestra casa de la calle Duarte, en la zona colonial, no se sabe a
ciencia cierta por cuales motivos. El caso es que desde los ocho años de edad
me estuve preguntando por el contenido de esas misteriosas maletas a las cuales
mi madre llamaba “las maletas de Kiko Mendive”.
Durante 5 años permanecieron silenciosas en el armario de cartón piedra
de abuelo Pichí, una sobre otra, intactas y casi nuevas. Yo solo podía
mirarlas, mas no tocarlas. Eran las maletas de Mendive.
Un memorable día de abril de 1965, tiempos de la guerra civil y reclamo
por la vuelta a la constitucionalidad, mi madre decidió abrir por fin las
maletas. Supongo que ante tal situación, no se sabía lo que iba a pasar o quizá
hacerlo rompía con la monotonía del obligado encierro que nos protegía de las
balas. El caso es que por fin se abrieron las 2 maletas de cuero.
Su contenido era asombroso. Blusas con lentejuelas y mangas anchas,
corbatas, un sombrero de gamuza, zapatos, pantalones, 2 breteles y unos vasitos
de trago corto estaban en la primera maleta. La segunda, ayude a abrirla (había
esperado con ansias que llegara ese momento), 2 vestidos de mujer, faldas
cortas de colores brillantes , un espejo de mano y un par de botas de vaquero.
Las botas me las medí de inmediato y oh sorpresa, eran de mi talla. Ante mi
insistencia mi madre me permitió quedármelas. Safra calzaba número 7 de mujer y
yo también, por supuesto.
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