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22 de enero de 2015

Voces y ecos Sin ética ni conciencia

RAFAEL PERALTA ROMERO
Rafael Peralta Romero
Un problema para quien escribe una columna semanal en República Dominicana es el cúmulo de temas. ¿Es contradictorio que un periodista se lamente de la ocurrencia de tantos hechos noticiosos? Es de tal intensidad la  crisis moral que estremece  nuestra sociedad, que no hemos salido de un escándalo cuando estalla el otro.
Uno de los líderes del PLD, el partido de gobierno, lo ha definido como una fábrica de presidentes. Dos miembros de esa organización han ocupado la jefatura del  Estado. Una pregunta ingenua: ¿Qué ha producido más el PLD, presidentes o escándalos? Es  mucha la pestilencia que emana de instituciones públicas.
La búsqueda desenfrenada de riquezas  actúa como un virus que no se detiene ante nada, y ha infectado sobre todo las instituciones  responsables de hacer cumplir las leyes. Estamos en  situación similar a la de una porción de queso que es cuidada por ratones. Es obvio que  cada roedor quedará con su panza repleta y su piel lustrosa.
A la denuncia de corrupción  originada en la compra de ocho aviones  Tucano, por 92 millones de dólares,  le sucede  el escándalo ocurrido  en la Dirección Antinarcóticos de la Policía, donde oficiales de ese cuerpo y  representantes del Ministerio Público robaron 1,200 kilos de drogas para  convertirse ellos en narcotraficantes.
Alguna gente  procura a como dé lugar dinero, poder, influencia y  adulación. Para el logro de esos fines, unos se visten de líderes políticos, otros de magistrados y otros se uniforman de militares y policías. La Biblia cuenta cómo Esaú vendió su derecho de primogenitura a su hermano Jacob por  un plato de lentejas.  Éstos  vendieron más cara su honra.
Una mujer, confesa narcotraficante, ha demostrado que la palabra de esos disfrazados de autoridad no vale nada. Crisania Mercedes reveló cómo  autoridades  policiales y judiciales de Hato Mayor la  pusieron a vender drogas para repartir beneficios. La Dirección  Control de Drogas se vio precisada a trasladar su personal de esa ciudad.
Quienes se arrastran tras  el dinero ilícito  y las posiciones de poder sueñan el disfrute de buena vida. Algunos logran el éxito y llegan a la meta con su careta de ciudadanos honorables. Otros tienen que fracasar para que el sistema siga adelante. Hay –desde luego- que prescindir de toda ética y  superar pruritos.

Leo en estos días a Fernando Savater, en su  fascinante libro “Ética para Amador”, y quiero  concluir con  algo de él: “Yo creo que la primera e indispensable condición ética  es la de estar decidido a no vivir de cualquier modo: estar convencido de que no  todo da igual aunque antes o después vayamos a morirnos”.

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